Jorge Vilches

Suspenso en democracia

Desde 2020 se han consolidado los pactos del Gobierno con quienes quieren romper el orden constitucional

A finales de 2020 Sánchez anunció que una comisión de expertos iba a examinar el grado de cumplimiento de su política. Por supuesto, los citados dijeron que el sanchismo era muy cumplidor. La idea era deshacer la imagen de un Sánchez peleado con sus promesas. La maniobra se ha vuelto a repetir con la visita a Estados Unidos. «Soy un político que cumple; la oposición sólo grita», dijo Sánchez sin rubor, como tantas veces. Hagamos un repaso.

El balance sanitario es pésimo. No solo no atendió los avisos de la OMS y la UE desde enero de 2020 para que se preparase para la pandemia, sino que esperó a que pasara el 8-M. Con el contagio ya extendido, no se elaboró una estrategia de compra de material y de coordinación autonómica. Incluso se compró mal y a veces de forma turbia. Mintió en la fuerza de la pandemia, en la comisión de expertos y en el número de muertos.

Todo esto lo hizo bajo un paraguas anticonstitucional: una suspensión de los derechos fundamentales cuya fórmula no era el estado de alarma, sino el de excepción. Usó el de alarma para no tener que pactar con la oposición en las Cortes, cuya aprobación necesitaba. Luego lo prolongó anticonstitucionalmente seis meses más porque no quiso elaborar normas sanitarias alternativas, y porque el estado de alarma eludía el control parlamentario y permitía aprobar por decreto cualquier cosa, como la ley de educación.

En el ínterin el sanchismo se dedicó a consolidar su pacto con quienes quieren romper el orden constitucional; en especial, ERC y Bildu, a quienes considera más respetables que el PP, Vox y Ciudadanos. Así, Sánchez lleva dos años cediendo a los golpistas. Concedieron indultos sin arrepentimiento de los condenados y contra el informe del tribunal sancionador, el Supremo, al que insultaron. Lo mismo han hecho con el Tribunal Constitucional y el Tribunal de Cuentas, además de asaltar la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Una sentencia contraria a sus intereses supone el ataque del Gobierno. El conjunto es propio de gobiernos iliberales.

Además, concedió a los golpistas una «mesa bilateral» de España y Cataluña, donde se negociará una amnistía y el derecho de autodeterminación. Esto no se ha compensado con la lealtad de los socios, sino con el anuncio de Gabriel Rufián en el Congreso al decir: «Denos tiempo», en referencia a la negativa del Presidente a la celebración de un referéndum. Los errores en la comunicación de las «bondades» del plan presidencial y la falta de control de los socios, además de la estrepitosa derrota en Madrid, el fracaso en las mociones de censura, y el ascenso del PP en los sondeos, ha supuesto la salida del círculo íntimo de Sánchez: Redondo, Calvo y Ábalos.

La política exterior, por otro lado, ha sido un desastre con dos aliados estratégicos: Marruecos y Estados Unidos. El rey alahuí se ha sentido insultado por el gobierno español, especialmente por el acogimiento del líder polisario, y lo ha hecho pagar en Ceuta y Melilla. Biden estuvo en la comisión de defensa que pidió sin éxito a Zapatero que no retirase las tropas de Irak, lo que parece ser el motivo de su desprecio a los socialistas españoles. Tampoco el gobierno sanchista ha estado muy digno con la crisis cubana.

Mientras, el Partido Popular sube en intención de voto por los errores tanto del PSOE como de Ciudadanos, y aciertos como la centralidad y la coherencia. Resistir al manejo del Consejo General del Poder Judicial, prometido en el programa electoral, y defender la Transición y la Constitución, es sostener la democracia. Al tiempo, se consolida el partido en torno a Casado y a la esperanza de volver a la Moncloa. Parece un cambio de ciclo.