Cataluña

Lo que va de Mas Colell a María Antonieta

Al profesor Mas Colell le montaron un manifiesto o carta que habría deleitado a un defensor de las castas los mismos que abandonan al profesor Ricardo García Manrique

La decadencia de las universidades en Cataluña no se mide sólo por el infecto grado de cobardía de sus académicos. Cuando dejan tirado a un colega frente al matonismo filofascista, esta semana sin ir más lejos, apuntalan por la vía de la pusilanimidad personal el evidente naufragio de sus instituciones. La cultura democrática de estos tipos, por lo demás intercambiable con la de muchos nacionalistas, consiste en dar por bueno que la libertad de expresión ampare los insultos y vejaciones a un profesor. Nada sorprendente ni privativo del sector paniaguado de Cataluña: busquen sino la carta de los cientos de académicos e intelectuales en favor de Mas Colell y/o las columnas laudatorias de quienes todavía confunden méritos profesionales y antecedentes penales. Como explicaba Rodrigo Tena Arregui en Hay Derecho, «Lo verdaderamente chocante del caso, es que todos los apoyos y artículos publicados a su favor parecen necrológicas, en las que se glosan los indudables méritos académicos y también políticos de la persona expedientada, pero en donde no se dice ni una sola palabra acerca de la posible incorrección técnico-jurídica de la propuesta de reclamación». Para el analista no hay más razón que el desbarajuste de creer que una democracia puede disociarse del Estado de Derecho. Como si en lugar de la Dinamarca del Sur los discípulos del señor Mas Colell hubieran fundado una democracia popular, o sea, un paraíso bananero y portátil que anteponga los méritos personales al proceder de un particular respecto a las leyes. Una república Caribe, en suma, de esas que tanto complacen a los alevines de la alta burguesía barcelonesa. Los intelectuales que desde Oxford, Harvard y Berkeley firmaron a favor de un tipo al que el Tribunal de Cuentas propone expedientar siempre podrán disculparse en la larga distancia y la diferencia horaria. Con todo, entiendo que no hay kilómetro sentimental capaz de justificar que todo un gremio corra al rescate reputacional de un caballero que, gracias a la calidad de sus «papers», estaría por encima de las normas que obligan al resto, pobres idiotas. Pero como explica Tena Arregui, el «respeto a las normas y procedimientos no es un obstáculo a la justicia democrática, sino su única garantía». Vamos, lo de John Fitzgerald Kennedy cuando advirtió con enviar la Guardia Nacional a los políticos de Mississippi, tan cercanos a nuestros supremacistas, que aspiraban a ignorar la Constitución porque detrás suyo había millones de votantes igual de asilvestrados. Al profesor Mas Colell le montaron un manifiesto o carta que habría deleitado a un defensor de las castas los mismos que abandonan al profesor Ricardo García Manrique. Los primeros desoyen los principios más elementales de la democracia liberal, convencidos de que los tribunales están para blindar a sus amigos, maestros, discípulos y camaradas. Con el declinar del día normal que algunos de ellos rematen como un cobarde cualquiera. Sumisos los quieren los amados jefesitos, que para eso discriminan, señalan y pagan. Humillados frente al látigo y chulitos en unos manifiestos de mierda, que aportan al debate público unos papeles y unos argumentos dignos de María Antonieta.