Perú

La ignorancia del revisionista Castillo

La victoria de radicales populistas, no importa que sean de derechas o de izquierdas, es una tragedia para la democracia en el mundo

Perú sufrirá a partir de ahora la presidencia de un populista, comunista e ignorante llamado Pedro Castillo. Es uno más de esos pesados revisionistas que adaptan la Historia a su fanatismo e idealizan el pasado para justificar los desafueros que quieren perpetrar en el presente. El leer o escuchar sus ideas causa auténtico estupor. Es verdad que hay un sector de la población de los antiguos virreinatos hispanos, es más adecuado que hablar de colonias, que ha decidido reescribir la realidad de la América previa a la conquista y, por supuesto, otorgar todo tipo de males y desastres a lo que se vivió tras la conquista. Fue un proceso que permitió que esos territorios avanzaran varios siglos. El Descubrimiento de América es uno de los acontecimientos más importantes de la Historia de la Humanidad y su trascendencia es tan impresionante como positiva. Hasta ese momento, el continente estaba al margen del desarrollo que se vivía en Europa y Asia. Es posible a la vez que irrelevante que los vikingos hubieran está allí antes de la llegada de Colón, pero no se enteró nadie. No hubo un descubrimiento, con el efecto cultural, social y económico que comporta.

La labor civilizadora que realizó España, aunque en el periodo inicial sea más preciso hablar de la Corona de Castilla, ya que la de Aragón estaba orientada al Mediterráneo donde tenía importantes posesiones en Italia, fue extraordinaria. A pesar de los revisionistas como Pedro Castillo, un nombre típicamente indígena, la realidad es que la inmensa mayoría de la población vivía sometida y oprimida. La idealización de los imperios inca y azteca está bien en las películas, novelas o series inconsistentes y frívolas, pero nada tiene que ver con la realidad de unas sociedades estructuradas por rígidas castas y en las que se cometían brutales atrocidades. Es posible que la sociedad ideal de Castillo la pueda encontrar, aunque lo dudo, en la Edad de Piedra. La Prehistoria es perfecta porque sabemos tan poco que cabe casi cualquier interpretación, aunque le avanzo que eran también unos bestias.

El nuevo presidente asumió el cargo al estilo podemita: «Juro por Dios, por mi familia, por los campesinos, por los pueblos originarios, por los ronderos, pescadores, profesionales, niños, adolescentes…». Eso de los pueblos originarios he de reconocer que se me escapa, porque el término es tan ambiguo y alejado en el tiempo que en manos de un ignorante permite cualquier interpretación. Castillo se podría coronar como nuevo emperador inca, que es más glamuroso que ser el presidente del Perú. La beneficiosa huella española está en toda América, sin que esto no signifique reconocer que hubo errores, excesos y comportamientos repugnantes, pero los conquistados no eran unos seres beatíficos. Eso del buen indígena es muy poco serio. Lo que sucedió se debe situar en el contexto de su tiempo, porque en aquella época era normal lo que hoy nos resultaría escandaloso. Los propios imperios o reinos prehispanos habían nacido conquistando, destruyendo y oprimiendo.

El periodo virreinal fue positivo porque se extendió la cultura y la educación, se garantizaron los derechos de la población indígena, hubo crecimiento económico y mejora de la situación en que vivían. Es cierto, también, que se obtuvieron grandes riquezas, que como es habitual fueron mal empleadas en las guerras que se vivieron en Europa y el despilfarro de gastos suntuarios de las elites dirigentes. Es la otra cara de la moneda, pero a los antepasados de Castillo no les hubiera ido nada bien si hubieran seguido viviendo bajo la opresión de los incas. No conozco su árbol genealógico y a lo mejor desciende de la casta dirigente. El problema de esos países fueron los procesos de independencia, aunque sería más acertado hablar de guerras civiles, porque las elites criollas se hicieron con el poder y la corrupción sería algo habitual. La independencia no significó ningún avance positivo y desde entonces se han vivido guerras, golpes de Estado, dictaduras, corrupción, vulneración de los derechos humanos, explotación por parte de países extranjeros…. Ha sido un panorama desolador. Hay que aclarar que los «amigos» de Castillo son marxistas radicales que defienden al régimen cubano y al grupo terrorista Sendero Luminoso. Un colectivo deleznable.

Más allá de la demagogia comunista, el indigenismo trasnochado y los ataques a lo que denomina las elites coloniales, la realidad es que Castillo es una tragedia para Perú. Su objetivo es imponer una Carta Magna paritaria, plurinacional y social como les gusta a los populistas marxistas hispanoamericanos. Es la fórmula que se emplea para limitar los derechos y libertades, imponer las nacionalizaciones, reescribir la historia, acabar con la oposición…. Es el sueño de Pablo Iglesias y Podemos hecho realidad. Castillo es otro peón, muy peligroso, en la lucha global entre las democracias y el eje de regímenes autoritarios formado por China, Rusia e Irán, aunque la lista de sus socios es enorme. La caída del Muro de Berlín y la descomposición de los Países del Este y la Unión Soviética no significó el fin del comunismo, porque rápidamente se adaptó a los nuevos tiempos. La realidad es inquietante, porque ese populismo se extiende poco a poco por el mundo mientras Europa no se entera y Estados Unidos tiene problemas acuciantes que le obligan a disminuir su capacidad de reacción militar frente a China y Rusia. La victoria de radicales populistas, no importa que sean de derechas o de izquierdas, es una tragedia para la democracia en el mundo y un claro retroceso económico, social y cultural en los países que gobiernan. Los mensajes son efectistas y atractivos en momentos de crisis. El problema es que una vez que consiguen el poder es muy difícil que lo dejen porque no son demócratas. Sus buenas palabras esconden un ansia de imponer, como quiere Castillo, un modelo de ingeniería social por medio de una Constitución autoritaria que restrinja derechos y libertades.