Opinión

Tres por cuatro calles

El PSOE de Madrid está atrapado en su propio laberinto. De momento, son tres los aspirantes a dirigir los rescoldos de la que fue una potente federación socialista. No son tres visiones políticas diferentes, todos guardan la debida obediencia a las posiciones de Pedro Sánchez, sino una confrontación por ocupar el mermado poder de la organización.

Los corredores de apuestas pondrán su aval en el que consideren que es el hombre de Moncloa. El problema es que, a veces, la profecía no es fácil de interpretar a la primera y, equivocarse en el caballo ganador, es sinónimo de quedarse en el congelador reparto de asientos. Los tres han hecho correr el rumor de que son los elegidos del rey Sol. Es probable que no mientan, porque les hayan hecho creer que serán ellos e, incluso, es posible que no termine siéndolo ninguno de ellos porque el designado siga tapado.

Dos de los competidores, Juan Lobato y Javier Ayala, se están equivocando porque creen que ganar el congreso de octubre significa ser cabeza de cartel contra Díaz Ayuso en dos años. Su planteamiento es coherente con la lógica histórica y, después del desastre de Gabilondo, el PSOE debería haber aprendido la lección.

Sin embargo, los planes que ha escrito el druida son otros: necesitan un delegado de Ferraz para las cosas que realmente les interesan, como las listas. En ese sentido, Lobato genera reservas porque en el último congreso se enfrentó a Franco, que viajaba en el buque federal. Además, tiene una personalidad propia de un verso suelto y eso no suele gustar en las alturas.

El alcalde de Fuenlabrada, sin embargo, nunca daría un paso sin la aprobación del líder. Sánchez le conoce hace tiempo y, aunque su opinión sobre él es ciertamente mejorable, sería el hombre ideal para sus fines. Además, Ayala ha roto con los vasallajes y admiraciones de su antecesor en el cargo, que, por otra parte, nunca le permitieron crecer.

La tercera aspirante, actual delegada del gobierno, es meramente instrumental y es un movimiento de Rafael Simancas para seguir influyendo en el socialismo madrileño.

En la década de los noventa ya lampaba por un puesto institucional. Después de protagonizar el tamayazo, rezó a todos los dioses para ser subsecretario de lo que fuese.

Le salieron canas y el cargo no llegaba, perdió torpemente la posibilidad de presidir la Comunidad de Madrid , por eso no es de extrañar que, ya con poco pelo que lucir, asomasen lágrimas en sus ojos cuando le nombraron recientemente secretario de Estado.

Pero este tipo de cargos, que dependen de la firma del jefe son muy interinos, por eso siempre es bueno tener el escaño caliente que no pierdes tan fácil. Ese debería ser el cometido de su antigua jefa de gabinete, garantizarle el hueco. Pero Sánchez no va a ungir a alguien que no esté entregado en exclusiva a él.

En definitiva, el PSOE de Madrid está tal como dice la voz popular: tres por cuatro calles.