Precio de la luz

Más sombras que luces

La parálisis del Gobierno en temas fundamentales, necesitados de políticas valientes y reformistas, le sale muy cara a los españoles, en términos de presente y también de futuro

Mientras las democracias occidentales evacuaban Afganistán y al mismo tiempo que se debatía sobre el destino de los menores no acompañados que habían entrado en España por la frontera de Ceuta, durante este verano, el precio de la electricidad no ha parado de batir récords históricos, estableciendo en el mes de agosto una media superior a los 105 euros por megavatio hora, algo inédito y brutal, que ha convertido la tarifa de la luz, hoy un 200 por ciento más cara que hace solo un año, en una auténtica pesadilla para los consumidores, las familias y la industria.

El Gobierno, como suele, ha dividido su respuesta ante el problema. Y así, la parte radicalizada, incapaz de empatizar con este grave quebranto, ha preferido descalificar al sector, refugiarse en una Europa que no tiene la culpa y compensar con promesas vagas y elusivas su incapacidad para articular soluciones prácticas. En paralelo, la parte radical del Gobierno se ha lanzado a las clásicas medidas estatalizadoras y ha amenazado incluso con tomar las calles, en un claro ejercicio de esquizofrenia coalicional.

Ni unos ni otros parecen capaces de afrontar la gravedad del asunto, y menos aún Pedro Sánchez, empeñado en utilizar cualquier cortina de humo, afgana si es preciso, para rehuir un debate que ha puesto de relieve, como el peor síntoma posible, su incapacidad para gobernar cuando se trata de buscar soluciones a las preocupaciones de los ciudadanos y no elementos de enfrentamiento que sirvan para ganar votos.

Lejos quedan aquellos días en los que, desde la oposición más radicalizada y radical a los gobiernos del PP, se acusaba a éstos de forma demagógica y populista de enriquecer al sector energético a costa de la cartera de los españoles, al tiempo que se presentaba un asunto de gran complejidad como el típico tema de «esto lo solucionaba yo en dos patadas». Sin embargo, ya sabemos que la demagogia y el populismo, menos aún las posiciones y propuestas más extremistas, nunca sirven para acabar con los problemas. Y tampoco ignoramos que el Gobierno tiene la llave para bajar el precio de la luz, a través de los impuestos, una vía en la que casi siempre es más útil bajarlos que subirlos, y que no se le ha pasado ni siquiera por la cabeza ni a Pedro Sánchez ni a sus dos docenas de ministros.

El problema es serio, porque, mientras no llegan las soluciones, el problema crece y la escalada sin fin del precio de la luz empieza a impactar en el coste de la vida, que se está incrementando, llegando a cifras que en España no conocíamos desde hace una década. La parálisis del Gobierno en temas fundamentales, necesitados de políticas valientes y reformistas, le sale muy cara a los españoles, en términos de presente y también de futuro. Ya lo podemos decir sin que sea un recurso retórico: este Gobierno arroja más sombras que luces. Por eso es necesario adelantar el reloj electoral y dar la palabra a los españoles, cada vez resulta más urgente rescatar a España de este Gobierno.