Opinión

Tintín en el fascismo

Notas del 9 de septiembre: variante Mu, atasco en la M-40 y otoño a las puertas. Una de las ambiciones más civilizadas del ser humano es la de volver a ponerse un abrigo y echarse la pelliza sobre los hombros después del verano, disfrute de guiso de cuchara, manta de Ezcaray y calorcito de fuego de hoguera de libros blasfemos.

Hemos sabido que en Canadá retiraron cinco mil ejemplares de historietas de Astérix y Tintín de las bibliotecas de los colegios porque consideraban intolerables sus prejuicios sobre las comunidades indígenas de aquel y otros países. Se quejan que Tintín deje a los aborígenes de informales, poco menos que una gente vaga y borracha. A Astérix, en cambio, lo acusan de salvajismo sexual, pues en sus historias, las galas parecen facilonas. Yo nunca le noté la intención. Recuerdo que a Obélix le gustaba Falbalá más que los jabalíes asados y ahora me entero de que la estaba insultando.

A quien de verdad ofendía Asterix era al César de Roma, pero no se conocen aún conflictos diplomáticos entre París y la capital imperial, al menos hasta el momento. Habrá que pensar en retirar todos los libros de Astérix de todas las librerías: no se debe permitir que se expanda la imagen de los romanos como unos malditos imperialistas, politeístas y en general unos estúpidos que no tienen ni media ‘guantá’.

Consideran un escándalo ‘Tintín en el Congo’. Tintín era un cristiano occidental que descubría el mundo de la época con la mentalidad de la época, pero se trata de revisar las cosas de antes con los ojos de ahora, una una nueva mirada que resulta tan antigua que a fuerza de avanzar guiados por el progresismo ya vamos por el año 1.500.

Ojalá se pudiera escribir en nuestros días una obra ambientada en el siglo XXI. El argumento podría ser este: un reportero belga y su perro ‘Milú’ recorren un mundo en que los censores revisan las bibliotecas en busca de libros blasfemos, los queman en una pira y con sus cenizas plantan un árbol para rezar a la madre Tierra en desagravio por las ofensas de su autor. Llevaría por título ‘Tintín en el fascismo’