Atentados del 11S

Lo que importa

Recuerdo un escalofrío recorriendo mi espalda al ver en un monitor cómo impactaban, en directo, los dos aviones en las Torres Gemelas

Hace unos días, nuestros políticos se enfrentaban por la subida del precio de la luz, por la no renovación del Poder Judicial. Esta semana añaden al repertorio los delitos de odio. Entretanto, el Gobierno central vuelve a chocar con el catalán a cuenta de la ampliación suspendida del aeropuerto de El Prat. Junto a estos asuntos, hoy leerás en la prensa el titular pandémico esperanzador: «España sale del riesgo alto de contagio por coronavirus por primera vez desde julio» aunque, al mismo, tiempo, nos anuncian la expansión de nuevas variantes.

En este mundo hiperconectado, nos atiborramos de titulares que saltan cada minuto a nuestras pantallas, nos empachamos de polémicas, imágenes llamativas, miles de anécdotas de usar y tirar. Con la inmensa mayoría de ese material, me pasa como con los chistes: los almaceno rápidamente pero, al final del día, van a parar a un rincón perdido de mi memoria. Al cabo de unos días, si me pides explicaciones, los rescato a duras penas del olvido y, al narrarlos, pierden su gracia. Solo queda intacto lo que deja verdadera huella en el espíritu.

Nos importó el estallido de esta pandemia en nuestra casa, con tantas muertes en cascada, sin información ni tratamiento, el infierno en los hospitales, la desolación en las residencias de mayores, la soledad forzosa, las lágrimas de incertidumbre que derramamos durante aquel primer estado de alarma.

Del mismo modo, nos importaron los atentados del 11S, aunque hayan pasado ya veinte años. Seguro que recuerdas dónde estabas aquel día. La catástrofe me sorprendió en una cadena de televisión «todo noticias» que, por desgracia, ya no existe. Parecía que estuviéramos todos asistiendo a los instantes previos de la Tercera Guerra Mundial. Recuerdo un escalofrío recorriendo mi espalda al ver en un monitor cómo impactaban, en directo, los dos aviones en las Torres Gemelas. Recuerdo el estupor, el silencio, el miedo y luego el dolor, y aquellos nervios al desplazarme al gabinete de crisis en La Moncloa. Recuerdo mirar el reloj y descubrir que llevaba 24 horas seguidas trabajando. Recuerdo y me llevaré a la tumba aquella certeza de haber vivido un hecho histórico. Solo queda intacto lo que nos importa.