Drogas

Drogas

Los adictos son heridas mortales para su círculo íntimo y su comunidad. También consumen recursos, vidas, compasión

Hay propuestas políticas para que plantemos macetas de «maría» en los balcones. Yupi. He recordado al nunca bien ponderado Tierno Galván, cuando animó (temeraria, delictivamente) a los jóvenes «a colocarse». Por cierto: a Tierno lo bautizó como «viejo profesor» Raúl Morodo, cofundador del PSP, catalogado como «una figura histórica de la Transición», miembro de la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales (oh, cielos), hasta que su fama de patricio benefactor de la patria fue opacada al ser encausado por el saqueo y la corrupción de PDVSA, la chavista petrolera estatal venezolana… Sí: algunos políticos se deslizan a veces por los meandros (y los cagandros) de cierta ideología que ha hecho de la estupidez una gran demócrata, aunque muy peligrosa, porque atenta contra la vida y la salud mental de los ciudadanos. Y, verbigracia, frivoliza las drogas, normaliza su consumo, ayuda y anima a los adolescentes a que se despeñen por el camino de perdición de las adicciones, las paranoias producto del consumo habitual de cannabis, la quiebra de su salud mental y física. Incitan a meterse en el cuerpo sustancias que dañan órganos, acortan vidas, eliminan neuronas y relaciones personales, convirtiendo a jóvenes fuertes en piltrafas menos inteligentes, más débiles, sin sentido crítico, anestesiados o al borde del estallido emocional, con la sangre envenenada neutralizando su poder, y por tanto el de la sociedad en que viven. La droga trae a las familias problemas inútiles, gratuitos, las hiere de muerte, las disuelve, logra que sus miembros se enfrenten, se separen, sean más frágiles, queden dañados, enfermos, lastimados por sufrimientos que se hubiesen podido ahorrar. Humanos valiosos caídos ante problemas innecesarios. Los adictos son heridas mortales para su círculo íntimo y su comunidad. También consumen recursos, vidas, compasión. Son seres trágicamente disfuncionales, menos víctimas de sí mismos que de traficantes capitalistas, ideológicos, ingenieros sociales, cretinos colgados con poder que ofrecen «soma» votante con tal de complacer flaquezas y arañar un miserable voto más… Así obran «autoridades» sin autoridad moral, a quienes no interesa la salud pública, ni el bienestar del contribuyente, obligado tributario a sostener las incontables trapacerías de mandamases con dudosa capacidad, pero de futilidad sin límites. Esa frivolidad de poderosos que quizás no tengan cabeza pero que, desde luego, tienen mucha cara.