Pedro Sánchez

Ahora, el cannabis

En la política actual se suceden las controversias con el objetivo de que la siguiente haga olvidar a la anterior. En menos de un mes y medio, hemos visto la mesa de negociación, la propuesta de regulación de los alquileres, el conflicto sobre la elección del Consejo General del Poder Judicial y, en este momento, está en el candelero el centrifugado de sedes institucionales desde Madrid a provincias.

Por si fuera poco, se ha puesto en la palestra un nuevo debate: la legalización del cannabis. La propuesta viene de la mano del independentismo de ERC y de Podemos, y en contra se han situado PP y Vox, por lo que se podría articular la idea en términos partidistas.

El PSOE ha guardado silencio, pero no tardará mucho en tomar posición y, según lo que haga, consolidará un debate izquierda-derecha o quedará como una propuesta de corte populista.

Sánchez debería pensarlo bien, banalizar una decisión así sería un acto más de cinismo político. Para tomar una posición, lo primero que hay que hacer es explorar las consecuencias de la legalización, algo que se estudia en primer curso de microeconomía.

Se puede afirmar con seguridad que la legalización de esta droga tendría como consecuencia un aumento de la demanda y de la oferta y, por tanto, un aumento del consumo. Es decir, el resultado sería una sociedad con más consumidores de droga.

Añadir un drama personal y un problema social al consumo de alcohol y tabaco no parece muy sensato. La toxicidad, el deterioro cognitivo y la peligrosidad para la salud humana que produce el cannabis no pueden subyugarse a una falsa libertad individual.

Está claro que se busca el voto joven, pero ser de izquierdas no tiene que ver con defender la legalización del cannabis, es una cuestión de salud pública.