Opinión

Abrazos prestados

Si el PP, en Valencia, lució apoyo a su líder y la recuperación del orgullo que había perdido como consecuencia, fundamentalmente, de los problemas judiciales, el PSOE se ha esforzado por escenificar la reconciliación entre el PSOE de Felipe González y el de Sánchez.

Parece que el objetivo se ha cumplido, pero en el PSOE las cosas no son siempre como parecen y, conviene leer entrelíneas. No es que, de repente, González ha ya cambiado sus postulados, ni que las cosas dentro estén tan bien. De hecho, no faltó en el discurso del ex presidente un reproche cuando le pidió que permitiese la discrepancia como principio del debate interno y una advertencia, indicándole que iba a seguir dando sus opiniones.

Sin embargo, los dirigentes más experimentados barruntan zozobras en el futuro y, en el PSOE, siempre hay consensos tan amplios cuando las cosas van mal o se van a torcer gravemente. Lo que flotaba en el ambiente es que los problemas de abasto de materias primas y el precio de la energía van a convertir la legislatura en un camino de espinas.

Cuando a Zapatero se le echó encima la crisis del 2008, tenía 163 diputados y el 44% de los votos, Sánchez tiene 43 diputados menos y tan solo el 28% de apoyos. No solo cuenta con muchos menos colchón sin que, además, no consigue superar ese techo electoral.

En este contexto, aunque Sánchez no levanta pasiones y se ha forjado un gran número de enemigos por su afición a las purgas, los presidentes autonómicos y la vieja guardia ha decidido no dar ningún motivo que les pueda convertir en responsables de una hipotética derrota electoral.

Cuando parece que Sánchez está más arropado que nunca, es cuando más solo se ha quedado.

Ivan redondo, uno de los damnificados del líder, va propagando una idea que puede tener cierta lógica. Cree que hay tres posibles presidentes después de las próximas elecciones: Sánchez. Yolanda Díaz y Casado.

Desde Moncloa se ríen del que fuera hasta hace un par de meses el todopoderoso y admirado Redondo y lo atribuyen a una rabieta provocada por el despecho pero, aunque haya algo de eso, y seguro que lo hay, el argumento es poderoso.

Las condiciones son abonadas, un PSOE estancado e incluso a la baja, un electorado de izquierda que, desde 2011 no encuentra su lugar y la figura de Díaz va creciendo con mayor empatía y frescura que Sánchez, que se está forjando un merecido perfil de hombre frío, distante y egoísta, justo lo que más desprecia el electorado de izquierda.

No faltan los que buscan paralelismos y defienden que, igual que Mónica García hizo el sorpasso al ilustre Gabilondo, podría ocurrir algo parecido con la vicepresidenta.

Sin embargo, las tesis más consistentes son las que apuntan a que el tremendo desgaste que sufrirá el PSOE en los próximos dos años llevará a Casado a la Moncloa. Entonces, todos los que han ensalzado al líder el fin de semana, le ajusticiarán porque eran abrazos prestados.