Premios Princesa de Asturias
Con quién y dónde estamos
Hemos pasado de escuchar el discurso impostado, falsario y por ello criminal de un parásito del dolor ajeno, a vivir la explosión de vida y humanidad que exhiben los Princesa de Asturias
Sandra no es asturiana, pero siente la indescriptible conmoción interior de la música que le llega y envuelve con la armonía aguda y vibrante de las gaitas interpretando el himno de Asturias en la clausura de los premios que ayer se entregaron en el Campoamor. Este año no ha podido ir, aunque la emoción estaba presente mientras seguía por televisión la ceremonia. Sobre las tablas del teatro ovetense se depositan durante unas horas algunos de los logros más sobresalientes de la Humanidad encarnados en quienes los impulsaron o crearon. La Ciencia, la Solidaridad, la Literatura, el Deporte, la Salud…La Vida, en fin, toma el escenario engalanado del azul astur de tierra y solemne como las grandes coronaciones, para que el público allí o en cualquier lugar del mundo donde llegue la ceremonia, sepa quiénes han sido este año los científicos, artistas o humanistas que más han aportado a mejorarnos a todos como especie.
Asturias ha vuelto a ser el punto de cita del progreso del planeta. Piensa Sandra que el regalo de estar presente allí, que este año no ha podido disfrutar, le brinda una cercanía que le hace crecer, ser mejor persona por conocer y compartir las historias que allí se premian y difunden. Ella lleva años de práctica solidaria con su Fundación Frente al Cáncer, pero siempre encuentra, en cada discurso, en muchos gestos de los premiados, en la franca bonhomía que normalmente destilan, o hasta en la modestia que suele adornar a las grandes mujeres o los grandes hombres que lo son de verdad, una hebra de la que tirar para ser mejor persona, una enseñanza que llevarse a casa para dedicarla a hacer mejor las cosas por los demás.
Sabe que lo mejor de los Premios es lo que tienen de ejemplar, la forma impecable en que atienden a lo que de verdad interesa. Este año las vacunas Covid y sus creadores, el feminismo de Gloria Steinem, la paciente consistencia anímica de Teresa Perales, a la que conoce y admira. Pero sobre todas ellas, y ellos, Sandra siente particularmente cercano el perfil imbatible de José Ramon Andrés Puerta, el chef José Andrés. Hay esfuerzos compartidos, esa solidaridad entendida como entrega a los demás por encima de tu propia comodidad y hasta tu ambición; una personalidad arrolladora e incansable y quizá el objetivo final inabarcable de conseguir que los seres humanos sean capaces de entender que dar y entregarse es el mejor regalo que uno puede hacerse a sí mismo. Además, es asturiano, lo cual tiene un plus especial.
Lee Sandra que en el acto en el que su pueblo, Mieres, lo reconoció como hijo predilecto, José Andrés volvió a reivindicar la unidad entre todos para ayudarnos juntos y exigió que en lugar de levantar muros extendiéramos mesas. En las mesas se vive y se disfruta, se habla y se discute; los muros cercan y aíslan. Y aquí en España en estos tiempos, piensa ella, somos muy de muros, muy de aislar, de separar.
En la televisión, la presentadora cuenta cómo Otegi, que empezó la semana como un huésped doliente que acudiera al pésame de su casero, no ha parado de hacer afirmaciones poco alineadas con aquel supuesto pesar. En realidad, al tipo se le están saltando por todos lados las costuras de un traje que no es el suyo, o los parches que ha intentado poner al agujero de sus cámaras para proseguir un viaje que no es de afectos o arrepentimiento, sino de interés político o hasta personal. Se diría que es más verdad lo que dijo de que si hay que votar los presupuestos para sacar de la cárcel a los 200 presos que «tenemos allí» –el tenemos es literal– se vota, que su empatía con el dolor de las víctimas y su disposición a «mitigar» –también literal– su dolor. Algo debe decirnos el que en la primera oportunidad que ha tenido Bildu de mitigar ese dolor –condenando a ETA en el parlamento vasco mediante una moción presentada esta semana– ha seguido con lo de siempre: no condena a ETA. Y en breve vendrán otra vez los Ongui Etorri, las recepciones a los asesinos tan del gusto de la liturgia de su base social autodenominada izquierda patriota, como dolorosa para los familiares de sus víctimas enterradas.
Qué contrastes nos trae la semana, qué quiebro del destino, o lo que sea que arme la pequeña historia de estos días, piensa Sandra mientras se dispone a responder al mensaje de una paciente en su Escuela de Vida. Hemos pasado de escuchar el discurso impostado, falsario y por ello criminal de un parásito del dolor ajeno, a vivir la explosión de vida y humanidad, de humanismo y progreso que exhiben y estimulan los Princesa de Asturias y sus premiados.
En realidad, es la condición humana. Lo mejor y lo peor. Y de todo aprendemos. O al menos tenemos oportunidad de hacerlo. Y, por supuesto, la responsabilidad de saber muy bien con quién y dónde nos colocamos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar