Tribunal Constitucional

Una sociedad de borregos

No solo el Gobierno pasa de todo, sino que la sociedad vive feliz e indiferente ante esta irresponsabilidad

El tiempo ha dado la razón a los que nos opusimos al estado de alarma, porque es inconstitucional. No era el instrumento jurídico adecuado para limitar derechos fundamentales. Los hagiógrafos gubernamentales, que son una legión, arremetieron contra los discrepantes y buscaron argumentos, como buenos «juristas» de Wikipedia, para complacer al poder monclovita. Tras las dos sentencias, que son un varapalo al Gobierno, no pasa nada, porque nunca se asumen responsabilidades. Los pocos que lo hacen pueden ser considerados como unos auténticos excéntricos. La palabra dimisión no existe, salvo cuando se fuerza un cese o destitución fulminante que a veces se enmascara con la frase de «a petición propia». Lo vemos con los cambios de Gobierno en los que se fulmina de forma inmisericorde a los amigos o aliados de antaño. En el caso del controvertido estado de alarma se aprovecha los votos discrepantes, algo normal en este tipo de sentencias, para pasar de todo. El primero fue un error, pero se superaron con el segundo ya que fue un auténtico despropósito que hurtaba al Parlamento, de una forma soez y grosera, el control del Gobierno.

Esta medida siempre me pareció un escándalo monumental. Es razonable discutir sobre cuál es el mejor mecanismo para combatir una pandemia y existía controversia, aunque ya la ha resuelto el Constitucional. El problema es que no hemos aprendido nada de lo sucedido y el Gobierno se ha instalado en una insólita inacción. En lugar de aprobar un marco legal que permitiera medidas extraordinarias, ahora contamos con un vacío absoluto, porque no se podría aplicar el estado de alarma. En un país serio y responsable, se exigiría responsabilidades tanto por las dos sentencias condenatorias como por no haber reformado las leyes. No solo el Gobierno pasa de todo, sino que la sociedad vive feliz e indiferente ante esta irresponsabilidad. Ni siquiera espero que dimita nadie, solamente una comparecencia parlamentaria de Sánchez para dar explicaciones y anunciar las reformas que necesariamente tendría que hacer para adaptarnos a situaciones de epidemias. Nos tratan como borregos y somos poco exigentes con nuestros políticos, por ello pienso que es posible que nos lo merezcamos. Nos hemos convertido en una sociedad inane y adormecida que lo acepta todo de buen grado.