Papa Francisco
El Papa y la globalización
La globalización capitalista puede que sea un proceso que, como todo lo humano, es perfectible, pero calificarla de genocida es un completo despropósito
El Papa Francisco volvió a pontificar sobre asuntos económicos pese a no ser su especialidad. En un reciente videomensaje dirigido a los movimientos populares, calificó a la globalización capitalista de sistema genocida y abogó por no regresar a ella tras la pandemia: «retornar a los esquemas anteriores sería verdaderamente suicida, y si me permiten forzar un poco las palabras, ecocida y genocida». Incluso llegó a acusar de conspiradores a todos los que lo critican por sus heterodoxas opiniones económicas: «Es parte de la trama de la post-verdad que busca anular cualquier búsqueda humanista alternativa a la globalización capitalista, es parte de la cultura del descarte y es parte del paradigma tecnocrático». Sorprendería sobremanera que el Papa use expresiones tan gruesas e improcedentes si no nos tuviera acostumbrados ya a este tipo de comportamientos.
La globalización capitalista puede que sea un proceso que, como todo lo humano, es perfectible, pero calificarla de genocida es un completo despropósito. Durante los últimos 40 años de globalización capitalista, la tasa de pobreza extrema en el conjunto del planeta se ha reducido desde casi el 50% de la población a menos del 10%: de hecho, el único año en el que ha repuntado ha sido 2020 por las extraordinarias condiciones de la pandemia. Gracias a ello, el porcentaje de población desnutrida ha caído continuamente dentro de los países pobres, la esperanza de vida no ha dejado de aumentar en todos los continentes e incluso la desigualdad internacional (que, para algunos, equívocamente suele ser más importante que la pobreza) ha ido cayendo desde 2005: se trata, de hecho, del primer periodo desde la Revolución Industrial en el que la desigualdad global se ha reducido. ¿Cómo mostrar incomodidad ante lo que constituye el periodo de mayor reducción de la pobreza en toda la historia de la humanidad? Que frente a tan incuestionables logros previos a la pandemia (menos pobreza, menos hambre, más esperanza de vida y más igualdad), el Papa cometa ahora la temeridad de calificar al marco económico que lo ha posibilitado (la globalización capitalista) de «genocida» es un comportamiento del todo inapropiado para la principal autoridad católica.
La función de la Iglesia no debería ser la de convertirse en un ciego ingeniero social que aspira a rediseñar las sociedades desde cero, sino que debería orientarse hacia la salvación de las almas y hacia la ayuda caritativa de los desamparados. Convertirse en un lobby ideológico desde el que influir en los gobiernos acerca de cómo diseñar la política económica, haciéndolo además con absoluto desprecio hacia la ciencia y hacia la evidencia, no es un comportamiento que debiera ser aplaudido sino reprendido.
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