Inflación

Mercadona y la inflación

Muchos empresarios no están repercutiendo plenamente sus sobrecostes en forma de mayores precios de venta para los consumidores.

La inflación española se halla en su nivel más elevado en los últimos 30 años: hasta octubre, el Índice de Precios al Consumo se había disparado un 5,5% frente al mismo mes del año anterior. No sucedía algo similar desde 1992. De momento, sin embargo, se trata de una inflación focalizada sólo en algunas categorías de bienes (esencialmente energéticos): no se ha extendido todavía por el conjunto de la economía. La razón es que los trabajadores no están reclamando aún fuertes alzas salariales que les compensen por la pérdida de poder adquisitivo y que muchos empresarios no están repercutiendo plenamente sus sobrecostes en forma de mayores precios de venta para los consumidores. Tomemos, verbigracia, el caso del sector de la distribución. Según los datos del INE, los precios de los alimentos y de las bebidas no alcohólicas apenas han aumentado un 1,6% frente al año precedente: es decir, que los supermercados no están encareciendo sus productos al mismo ritmo que otros sectores de la economía española. Y no pensemos que esa mayor moderación en los incrementos de sus precios se debe a que sus costes se han mantenido a raya. De acuerdo con el Índice de Precios Industriales, muchos de los productos que comercializan los supermercados han aumentado más que ese 1,6%: pescados, crustáceos y moluscos (2,1%), frutas y hortalizas (1,8%), aceites y grasas vegetales y animales (39,9%), molinería, almidones y productos amiláceos (10,5%), cacao, chocolate y productos de confitería (3%), especias, salsas y condimentos (7,2%), preparados alimenticios homogeneizados y alimentos dietéticos (7,7%) y otros (2,8%). Por no mencionar la fuerte subida que han sufrido en otras rúbricas cruciales dentro de su cadena de valor, tales como carburantes y combustibles (21,2%), los envases y embalajes de papel y cartón (7,3%) o los envases y embalajes de plástico (un 8,4%). La contención de precios que hasta ahora han practicado los supermercados está yendo, hasta el momento, contra su margen de beneficio. Por ejemplo, si acudimos a las cuentas anuales de Mercadona del año 2020, es fácil estimar que el impacto negativo de la dispar evolución entre sus costes y sus precios de venta podría llegar a superar los 500 millones de euros (más del 60% de su beneficio neto de 2020) si la situación perdurara durante todo un ejercicio contable. Dado que Mercadona representa una cuarta parte del conjunto del sector de la distribución de nuestro país, estaríamos hablando de que la disminución de los beneficios agregados de esta industria podría perfectamente superar los 2.000 millones de euros anuales. Por ahora, pues, las empresas del ramo están haciendo un gran esfuerzo pero éste no será eterno: si la situación no revierte, se agravará. Cada vez más precios subirán y, como es lógico, los trabajadores de toda la economía irán reclamando aumentos salariales que les compensen por la creciente inflación, y esos aumentos salariales se traducirán en presiones aún más intensas para que los distintos empresarios sigan elevando precios con el objetivo de conservar sus márgenes. Espiral inflacionista. El riesgo está ahí y no deberíamos despreciarlo por mucho que algunas compañías estén haciendo el gran esfuerzo de mantener el exceso de agua dentro de la presa. Pero la capacidad del embalse no es infinita.