Partido Popular

Los enredos de la derecha

Si algo se echa en falta es un gesto de autoridad de Pablo Casado para pararles los pies y cerrar las ventanas durante las discusiones de familia

Puede que se esté prestando más atención de la debida a los enredos de la derecha en Madrid. (La prensa gubernamental le dedicaba el domingo la portada y páginas y páginas). Tales enredos no pasan de ser torpes discusiones de familia con las ventanas abiertas. Me parece que, a la hora de la verdad, o sea cuando haya que votar, influirán muy poco en el votante normal. Estas pugnas vienen de lejos y son habituales sin que el Partido Popular haya dejado de crecer y consolidarse en la Comunidad y el Ayuntamiento madrileños. Entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón saltaron chispas y no pasó nada. Las maniobras de Aguirre para moverle la silla a Mariano Rajoy fracasaron en su día ruidosamente. Y así sucesivamente. Lo de ahora entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso no pasa de ser un juego de celos y ambiciones y un ridículo entretenimiento político, para disfrute de Vox y de la izquierda y para vergüenza de los que están dando, desde dentro, cuartos al pregonero.

Me refiero a los enredadores y filtradores, de un lado y otro, que son los que, por ambición, envidia o frivolidad, están creando el falso problema. Aquí no está en cuestión el cartel electoral ni el liderazgo del partido. Casado será el candidato a La Moncloa con alta probabilidad, según la tendencia de las encuestas, de conseguir su objetivo y, si lo logra, de afianzar su liderazgo en el Partido Popular. En caso contrario, ya se verá. Y Díaz Ayuso, revelación política de la temporada, será la candidata a renovar la presidencia de la Comunidad y antes, si la lógica política funciona, a ser entronizada con todos los honores como presidenta del partido en Madrid. Esta última aspiración es la que está provocando el alboroto. Desde fuera, no parece difícil pactar al frente del partido una consistente lista de unidad. Pero aquí entran en juego los celos y ambiciones de los que están en el entorno, los enredadores que se encargan de alentar las diferencias y difundirlas.

Enredador, según la Academia, es sinónimo de chismoso o embustero. María Moliner añade que «se aplica a persona que despliega actividad inútil, inclinada a enterarse de los asuntos de otros y a intervenir en ellos; que complica intencionada o involuntariamente, las cosas en que interviene; en suma, que introduce desorden o confusión con su actividad o intervención». Es lo que está pasando en este caso. Si algo se echa en falta es un gesto de autoridad de Pablo Casado para pararles los pies y cerrar las ventanas durante las discusiones de familia.