Opinión

La hybris de Sánchez

Pedro Sánchez ha entrado en una crisis de confusión ideológica porque, en lugar de buscar la confluencia de los electorados situados a la derecha y a la izquierda del PSOE con la socialdemocracia, ha optado por la migración ideológica del socialismo hacia ellos.

No se puede ser, al mismo tiempo, el más moderado para arañar los votos centristas resultantes de la caída de Ciudadanos, ser el más fraternal con el independentismo y competir con Podemos en la carrera por ser el más izquierdoso.

El problema del líder socialista es que el electorado no sabe cuál es su verdadera ideología, cosa que probablemente tampoco sabe el propio Sánchez.

Ha demostrado que está dispuesto a todo por el poder. También, que no se fía de sus equipos, su entorno más cercano nunca dura más de dieciocho meses y todos terminan en la picota.

En la última entrevista a José Luis Ábalos, en “la Cuatro”, llegó a realizar insinuaciones graves, como cuando espetó que los escoltas deben estar para dar seguridad al escoltado y no para vigilarle. Ábalos sabe bien cómo funciona Moncloa.

El staff de confianza presidencial justificó, extraoficialmente su cese, por la presunta existencia de informes y dosieres elaborados de alguna institución pública de seguridad. Todo contra el ex ministro.

El que fuera todopoderoso hombre en la Moncloa, Iván Redondo, también fue condenado a la irrelevancia y al ostracismo, a pesar de su resistencia a pasar sin pena ni gloria.

Nadie conoce las profundas razones que mueven al líder socialista a convertir en cenizas todo lo que toca, pero lo hace y lo saben sus cercanos, que confían en que con ellos será diferente, aunque siempre se equivocan.

Sánchez tiene una capacidad destructiva extraordinaria, ejerce el poder en solitario, como un auténtico César y asegura que nació de la democracia directa, pero llegó a la dirección socialista porque fue designado a dedo por los barones del PSOE.

Todo esto le convierte en un personaje contradictorio y es lo que, de una manera intuitiva, percibe el electorado de izquierdas. La osadía que demuestra en muchas decisiones no compensa la falta de empatía que despierta.

La consecuencia es que Sánchez está cada día más lejos de una mayoría holgada y, por tanto, de la presidencia del gobierno.

El primero en apuntar a Yolanda Díaz como presidenciable fue Redondo. La idea produjo hilaridad en Moncloa pero, hasta el momento, ha demostrado ser más lista y popular que Sánchez y los sondeos le dan la razón.

Gana con la reforma laboral, un asunto que importa más a los electores de izquierda que a los de centro y Sánchez no rasca un voto de la izquierda, además de no convencer a los electores moderados. Es evidente que preside una coalición de gobiernos.

Nadie sabe qué quiere Sánchez en el asunto de las eléctricas o en el de la reforma laboral. Como reza el famoso proverbio antiguo, atribuido a Eurípides, que define la hybris o castigo divino: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.