Opinión
Transgénero y transedad (II)
Algún amigo lector me ha interrogado sobre la realidad del «edadismo» que, en combinación con la ideología de género, nos llevaría a una sociedad indefinible e irreconocible, integrada por entes o seres animales vivos, eso sí; pero no por seres humanos tal y como hasta ahora los conocemos. Ello en relación a El Trípode de ayer, donde aludimos a esa realidad futurista a la que presuntamente la sociedad se enfrentará, quiérase o no, en algún momento.
Lo cierto es que esa distopía ya ha llegado, aunque los casos conocidos de momento no parezcan ser numerosos, lo cual, como la edad, se cura con el tiempo. Tan solo se trata de que se inocule en la mentalidad de la época el axioma de que «el progreso consiste en ampliar las posibilidades de elegir en todos los ámbitos de la vida». Así, el de «autodeterminar nuestra propia identidad» aparece como inexorable en coherencia con esa premisa básica convertida en dogma de fe laica.
¿Por qué no vamos a poder elegir nosotros mismos qué queremos ser, debiendo someternos a la identidad que sin consultarnos nos ha sido impuesta? «Si yo he nacido a la existencia sin haber sido preguntado, al menos que pueda elegir la identidad con la que quiero vivir». Esta aparece como la argumentación básica de estas ideologías, tan progresistas ellas, que ignoran que desde el principio de los tiempos ya existieron unos seres que se rebelaron contra su Creador por querer ser otros dioses como Él sin ninguna limitación.
Son ya muchos los ejemplos conocidos respecto a la aplicación empírica de estos postulados en nuestra humanidad doliente, y algunos no han «nacido» hoy. Por ejemplo, hace siete años se dio a conocer el caso de Stefonknee Wolscht, canadiense «trans» que a sus 46 años de edad, decidió dejar de ser Pablo, casado y con siete hijos, para convertirse primero en mujer y luego en una niña de seis años adoptada por una familia. El hecho de que se informara que iba al colegio con «niñas de su edad» motivó tal revuelo, que las autoridades correspondientes tuvieron que desmentirlo.
Su caso fue conocido a raíz del documental «Proyecto transgénero», en el que apareció contando su caso, comentando que sus ideas suicidas desaparecieron con su transformación, renovando sus «ansias de vivir». Comentó que «una familia le adoptó en su nueva identidad y que «se siente muy querida por sus hijos y nietos». Cuando tenía 8 años, una nueva hermana suya de 7 le dijo que quería que ella fuera la menor de las dos, y que a partir de entonces tiene 6 años y es «muy feliz». Es lo que hay.
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