Vida cotidiana

Sé tú mismo con cuidado

El horror a la monotonía es una característica de los humanos mucho más acusada y determinante de lo que nos creemos

«Sé tú mismo» es una vieja recomendación de los filósofos –sabia y apreciable– para discurrir por la vida. Lo que pasa es que luego, a la hora de la verdad, ser nosotros mismos nos resulta enormemente aburrido. Solo lo desconocido es estimulante y sincopante y, en cambio, a nosotros mismos nos conocemos ya demasiado desde pequeños, nos tenemos demasiado vistos. De una manera inconsciente y aproximada sabemos de nuestros miedos más profundos, nuestras incapacidades, nuestros sueños y anhelos inconfesables. Por eso, a veces, no es que lleguemos a odiarnos, pero digamos que no nos desborda precisamente el entusiasmo sobre nuestra propia persona.

Me da la sensación de que hay cierta verdad psicológica en todo esto que explica el enorme éxito de la mentira entre las comunidades de personas. La verdad es aburrida porque es común, es obvia, siempre está coloreada con los grises del tiempo lento de la cotidianidad y esa constatación es desalentadora. El horror a la monotonía es una característica de los humanos mucho más acusada y determinante de lo que nos creemos. La monotonía nos hace visible el inevitable paso del tiempo en modo presente y real. Sentimos de una manera aguda como la muerte se acerca a nosotros paso a paso, minuto a minuto, y que esa realidad de difícil aceptar es inexorable. Ese horror provoca grandes desperfectos en las artes (sensacionalismo emocional) y también el peligro simulado de las modas que sirven para distraernos de otros peligros más cercanos y reales que deberíamos resolver antes.

No hay nada más tranquilizador que, entre todas las posibles virtudes, escoger la que está más cerca del vicio en el que nos gustaría caer. Por eso me preocupa la implacable monotonía de la verdad. Un mero factor neuropsicológico nos hace correr el riesgo de alejarnos de esa tediosa verdad e intentar ser algo que no somos. Y en el peor momento, cuando tenemos un virus sobre la mesa.