Navidad
Navidad, pese a todo
Se acerca la Navidad. Lo indican dos señales seguras: la lotería y el Belén. Este último montado a lo grande en medio de la España vaciada
Las luces callejeras anuncian tiempo de fiesta, en medio de una especie de competición deportiva, un tanto pueblerina. Los motivos de esta sobreiluminación no están demasiado claros. Tal vez se trate solo de distraer a la gente de sus múltiples preocupaciones cotidianas. La mayoría de los ciudadanos no tiene demasiadas razones para el contento. Por otro lado, el afán por disimular cualquier evocación religiosa desorienta un poco; sin embargo no hay duda, pese a todo, se acerca la Navidad. Lo indican dos señales seguras: la lotería y el Belén. Este último montado a lo grande en medio de la España vaciada. Figuran en él los personajes imprescindibles: el Niño, la Virgen, San José, el ángel y la representación animal, el buey y la mula, inquilinos habituales del establo, la parte más acogedora de la ciudad. Fuera, pero cerca, los pastores, con algún infiltrado que no apacienta ovejas, como Otegui, empeñado en disfrazar a los viejos lobos terroristas de perros amaestrados; él mismo se esconde, a ratos, bajo piel de borrego. Luego los magos, que acaban llegando siempre, con el inquieto, ubicuo e inquietante Baltasar en primer término. Tampoco faltan los niños pequeños y otros más crecidos y preocupantes, que ahora se llaman «menas». Todos abrumados por tantos sujetos innecesarios, empeñados en tener algún protagonismo.
Llaman la atención los dos «apóstoles», Pedro y Pablo, acosados ambos por las féminas más destacadas de su entorno. Yolanda, empeñada en presionar a Sánchez, mentándole la indecente gestión monclovita de la pandemia, desde el primer momento. Ione Belarra, figura innoble de cualquier belén democrático; la menguante Irene Montero y la más alejada, aunque también amenazadora, Ada Colau. Pero, aparte de los gestos díscolos, Pedro sabe que el desafío no irá más allá de la bulla, pues todos comen en el mismo pesebre, y la «adicción estomacal» es más fuerte que cualquier otra aspiración. No faltan las fieles sanchistas, ocupando lugares discretos e importantes en del escenario «belenista». Son las mujeres hacendosas: «lavanderas», «hilanderas»,… etc. como Margarita Robles, seducida por el encanto recíproco entre féminas y militares y Calviño, apoyada en el conocimiento de los números. Hasta Meritxel Batet, que confunde a veces la Carrera de San Jerónimo con Ferraz, y la más combativa y menos ilustrada Adriana Lastra.
En el otro bando, Isabel reclama la parte que le corresponde en el auge del PP y señala a Casado la manera de enfrentarse a Pedro. Además, Cayetana, decidida a no plegarse a la mediocridad de Génova, llama a los constitucionalistas a defenderse, animándolos a dar la batalla a la izquierda multiforme, pero esencialmente igual, que nos gobierna o desgobierna, según las lecturas que se quieran hacer. Cuca Gamarra, entre tanto, intenta ser fiel a su nombre. Tampoco en Vox, muy a la derecha del camino que lleva al portal, faltan mujeres en este belén, Macarena Olona y Rocío Monasterio, por ejemplo. Aunque éstas se vuelquen más a la guerra contra las tropas de Pedro, y de Pablo cuando llega la ocasión, que a los navajeos internos de sus huestes. En solitario, al margen de los grandes partidos puede verse a Ana Oramas, vestida de dama digna. Camino vamos de que los personajes de género masculino, si aún quedan, reclamen paridad en los próximos belenes.
Aquí y allá más figuras y figuritas diversas. Algún ministro como Marlaska, metido en cualquier follón, y los que fueron mucho, como Ábalos, discreto gestor de aeropuertos; o el ayer poderoso Iván, hoy sólo Redondo, rodando por las laderas de Moncloa al Manzanares. En el camino encontramos un fielato, con su caseta y sus guardas, Urkullu y Esteban, cobrando peajes a la mayoría de los españoles. A otros mantenedores de Sánchez se les envían las alcabalas y demás tributos, directamente. Así Junqueras y Aragonés pueden disfrazarse de caganers y Rufián ejercer de sí mismo, con aire de perdonavidas. No faltan figurantes colectivos haciendo de manifestantes; todos los autónomos, entre ellos agricultores y ganaderos, en vías de extinción; los transportistas,… etc. Curiosamente también algunos policías, guardias civiles y personal sanitario, vestido de ángeles,…
El ambiente, bastante cargado, no alegra la representación. La inflación, empobreciendo invariablemente a los mismos; la desconfianza creada por la nueva ola del coronavirus; la inseguridad a la que aboca la nueva ley de seguridad ciudadana; la amenaza de quiebra del sistema de pensiones, etc. Tantas cosas, que el anuncio del aguinaldo europeo apenas rebaja la tensión, quizás porque no se sabe bien cómo se repartirá, aunque se sospecha.
El escenario tampoco acompaña para transmitir paz y alegría. A lo largo de la senda se ven organismos envejecidos, como el CGPJ y algunos símbolos como la Constitución y la Monarquía, atacados sañudamente por los más vociferantes; con el Rey Emérito más cerca de Belén que de Madrid. La mayor novedad, el embravecido Cumbre Vieja, aunque podía servir para ahorrar algún gasto en fuegos artificiales, no despierta el entusiasmo de los palmeros ni de los españoles en general. A estas alturas tampoco ya el de la ministra turística. Si acaso aumenta la esperanza, en aprender, de geólogos, vulcanólogos y demás especialistas en comportamientos volcánicos. ¡Memos mal que anuncia, gracias, su visita el cometa Leonard!
Decía Felipe de Hohenloe-Neuenstein que Dios parecía español. A la vista de la situación convendrá nacionalizarle, urgentemente, con todos los requisitos; pues gracias a Él, pese a todo, tendremos Navidad.
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