Política

Yolanda, la venganza de Iglesias sobre Sánchez

A Pedro Sánchez le tiene cansado. Y también ha conseguido que empiece a temerla

Aquellos que están a la sombra de Pedro Sánchez lo confiesan cuando se sienten más o menos confiados: Yolanda Díaz se ha convertido en un dolor de muelas para el presidente del Gobierno. Le hace sentirse impotente, no sabe cómo pararla. Tiene que ser condescendiente para que la opinión pública de izquierdas no se revuelva contra él, pero cuanto más condescendiente es con su vicepresidenta, más gana ella, y más pierde él. Si le caía bien en el pasado, es pasado, por más que algunos sostengan que la relación sigue siendo estupenda. En el Gabinete de Moncloa hay quien desmiente que al presidente le caiga bien la ministra, aunque una de las virtudes de la también titular de Trabajo sea su facilidad para ofrecer esa imagen de que con todo el mundo tiene un trato cordial y de máxima confianza. Pero a Pedro Sánchez le tiene cansado. Y también ha conseguido que empiece a temerla.

Yolanda Díaz no es de Podemos, quiere sustituir a la marca de Podemos, y representa en buena medida todo lo opuesto a aquello que caracterizó a Pablo Iglesias. Ahora, resulta que puede terminar siendo la ejecutora de la gran venganza de Iglesias sobre Sánchez. El líder de Podemos salió corriendo porque le empujaban en un momento personal en el que la política pesaba demasiado. Y parece, vistos los resultados, que en lo que tocaba a proteger su creación, la marca morada, la decisión de señalar a Yolanda Díaz como su elegida fue un error, porque la ministra no tiene ningún reparo en dejar bien claro que ella no está para cuidar de la herencia de Iglesias, sino que a lo que está es a construir otro relato que la permita ser más transversal y, a la vez, más dañina para el PSOE. Y ahí está ese punto oscuro de la decisión de Iglesias porque cabe concluir que le importaba más devolverle la última a Pedro Sánchez que proteger a su criatura. O es que ya, cuando se fue, la dio por amortizada, en lo personal; y por desahuciada, en el plano político.

Y así estamos, con los destinos puestos en manos de quienes se la juegan entre ellos para ver quién maneja mejor el marketing político y la construcción de un relato que les salve de las cenizas que dejará la pandemia. Y no pasará nada porque cuando haya que pagar el gasto del baile de máscaras ya no estarán en condiciones de asumir ninguna responsabilidad política.