Política

Gobernar Cataluña, gobernar España

Para colmo de oprobio sonó la Marcha Real, el himno nacional que nos ampara a todos

Entre las diversas manifestaciones celebradas estos días, la más notable ha sido, sin duda alguna, la que ha tenido lugar enfrente del Parlament (lo escribiremos en catalán) de Cataluña, en pleno Parque de la Ciudadela, para defender los derechos de la familia que en Canet de Mar está empeñada en que se cumpla la ley y su hijo tenga acceso el 25% de las clases en español. La manifestación estaba convocada por VOX, Hablamos Español, Somatemps, Cataluña suma por España y Dolça Catalunya. Son entidades de muy diversa significación, pero todas ellas unidas por la oposición al nacionalismo y la voluntad decidida de recuperar las libertades y los derechos reprimidos en Cataluña. Entre ellos, en primer lugar, el de hablar español en la enseñanza (desde la primaria hasta la Universidad) y el aún más básico y fundamental que consiste en que un español reciba la enseñanza en el idioma oficial de su país en cualquier punto de este.

A esta deriva delirante, escenificada por el linchamiento público de la familia de Canet de Mar, se ha llegado tras décadas de tolerancia hacia quienes sólo toleran lo que les permite llevar a cabo su proyecto de construcción nacional que en España, y dado que no hay diferencias sustanciales de ninguna otra clase, se concentra en la lengua. La idea, preconizada desde los primeros nacionalistas de muy finales del siglo XIX, consiste en afirmar que la lengua de Cataluña es el catalán, con exclusión del español. Es una consecuencia de esa otra estrategia, esta vez de los partidos llamados «nacionales», que consiste en gobernar España renunciando a la gobernación de los territorios donde el nacionalismo tiene posibilidades de implantarse… porque el gobierno de esas regiones les corresponde, sin discusión posible, a los nacionalistas.

La perversión viene de Azaña, a quien en su momento se le explicó con precisión lo que iba a ocurrir si aplicaba aquella idea absurda. Y está en la base del diseño del Estado de las Autonomías, que garantiza a los nacionalistas la debilidad del Estado central. Culmina en la situación actual, en la que, según un informe sobre el español de la Fundación Disenso, en Barcelona sólo tres colegios concertados cumplen con la ley y aplican la cuota del 25%, perfectamente ridícula, por otra parte, si estuviéramos en un país con la menor conciencia de sí mismo y de lo que significa su lengua.

Se ha apuntado, muy razonablemente, que en la manifestación del pasado día 14 ante las puertas del Parlament, no hubo violencia, ni se insultó a familia alguna, tampoco al niño, ni hablaron terroristas… Para colmo de oprobio sonó la Marcha Real, el himno nacional que nos ampara a todos y nos recuerda a todos que nuestro país está hecho, antes que nada, de lo mejor de nosotros mismos. Algo absolutamente intolerable para el nacionalismo –que por primera vez escuchó el Himno Nacional ante el Parlament de Cataluña– y para sus amigos, que son muchos en la política española. De hecho, si no toleraran y ampararan el incumplimiento de la ley y la violencia contra las familias y los niños, no gobernarían. Y es que cuando se abandona Cataluña y el País Vasco a los nacionalistas, son esos mismos nacionalistas los que acaban gobernando el resto de España.