Navidad
El Gordo laico
Se extiende la moda de los belenes laicos. En lugar de los tradicionales María, José y el Niño pues cada uno coloca lo que le sale del alfajor
Hoy a casi ninguno de nosotros nos tocará la Lotería. Otra oportunidad que se fue por el sumidero de las esperanzas zombies. El Gordo es el único ídolo navideño que nos queda. El 22 de diciembre es el nuevo 24, cuando una estrella asombraba por el cielo en la tierra y no era Britney Spears. Nos han ido robando la Navidad y en ese afán de no dar batalla cultural ya es normal que sean Felices Fiestas, Feliz Solsticio o Feliz mi padre tiene un barco. Creíamos que era cosa de Colau y demás personal de esa casta. Equivocados estamos. No hay que retroceder, pero cada día damos un paso al lado mientras los nuevos mantras se cuelan entre los polvorones, y así hasta tener mucho cuidado con el rey negro no vaya a no serlo y entonces hasta los camellos y camellas sean tildados de racistas.
Se extiende la moda de los belenes laicos. En lugar de los tradicionales María, José y el Niño pues cada uno coloca lo que le sale del alfajor. El villancico de almacén es el de Mariah Carey con su culo de zambomba puesto al biés. Los no creyentes quieren creer, pero en lo que les apetezca. Sería mejor no poner belenes, digo yo, pero hay que seguir alimentado la fiesta con el ridículo trufado de normalidad, digamos, republicana a la manera francesa. No hay por qué seguir ninguna religión, de hecho ni yo mismo sé en lo que creo los días pares como hoy, pero pervertir lo que fue por lo que será, no vaya a ser que alguien se ofenda, es como imponer el lenguaje inclusivo a la hora de rezar. Ave María. Padre y Madre nuestro y nuestra. Todo llegará. Un mundo mentecato que prefiere el pesebre de lo correcto según dicta la ideología imperante, que ya no es de derechas ni de izquierdas sino neotonta.
Celebremos pues que el Gordo cada año se ceba más y cambiemos el rojo en el calendario antes de que los derribadores de estatuas se conviertan en pirómanos de Nacimientos y sigamos dando marcha atrás a la par que la vanguardia, siempre tan moderna que hasta fue fascista, avanza. No quedará ni la pedrea.
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