Opinión
Se acabó la baraka de Sánchez
La carrera política de Sánchez ha contado siempre con la suerte a favor. Sus primeros escaños fueron de carambola, lográndolos en la medida que los primeros puestos electos abandonaban el acta parlamentaria.
Su ascenso a la secretaría general del PSOE fue el resultado del descarte de otros y su regreso, después de su dimisión, consiguió acumular una buena dosis de fortuna a los errores de sus contrincantes.
Con 85 diputados fue elegido presidente, cosa complicada y, hasta el pasado mes de abril, parecía incombustible a la pandemia, a las dificultades económicas y a sus alianzas con los independentistas.
Pero todo se acaba y, a Sánchez, se le ha terminado hasta el último gramo de baraka. La sexta ola tiene pinta de convertirse en la más dañina de todas las vividas en dos años y el líder socialista no tiene claro si ponerse al frente, a la retaguardia de los gobiernos autonómicos o de perfil.
La previsiones económicas, que nacieron contemplando un escenario favorable y poco realista, son papel mojado en este momento y los economistas se afanan en los últimos días por hacer una previsión de los daños que ocasionarán las nuevas restricciones que están tomando todos los países.
Por si fuera poco, el PP va pegando mordiscos electorales. El primero fue en Madrid, en la operación de alto riesgo de Díaz Ayuso, que le hizo valedora del título de lideresa nacional.
El último previsto es el de Castilla y León, en donde, Fernández Mañueco ha movido ficha para desarticular las expectativas del movimiento de la EspañaVaciada y arrojar por el abismo la esperanza socialista. Todo de un plumazo.
Lo que queda por delante es aun peor. Todas las flores se marchitan, incluso las que nacen en donde la espalda pierde su noble nombre.
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