Política

El día de la política

Muchas veces, al pueblo no le queda más remedio que hacerse el inocente, simular que es tonto y que se cree los relatos que hacen los mandamases

Hoy son los Santos Inocentes y, al menos en teoría, este día debería estar bajo el paraguas legislativo de la supuesta memoria histórica al considerarse consagrado a que no se olvide la matanza de niños que hizo Herodes.

No deja de ser chocante y ambiguo conmemorar de esa forma una masacre. Pero aumenta aún más el componente de desconcierto y ambigüedad el hecho de que, encima, de una manera incomprensible, los españoles tomáramos en algún momento la decisión de celebrarlo gastando bromas al prójimo y engañándolo. Es decir, rememorarlo con risa y escarnio. Quizá sea porque, en realidad, nunca se ha podido demostrar históricamente que en verdad se diera el supuesto infanticidio masivo de Herodes y todo el asunto parece ser que tiene muchos números de ser tan solo una leyenda. Si el relato fuera una mera falsificación histórica como tantas hay, eso explicaría que la sabiduría popular haya escogido el rito de la chanza para señalar (precisamente ese día) que no hay que creerse todo lo que nos digan y mucho menos si es discurso que venga del poder, sea llamar a una cosa derogación o no. Muchas veces, al pueblo no le queda más remedio que hacerse el inocente, simular que es tonto y que se cree los relatos que hacen los mandamases. Con el poder que tienen, vete tú a llevarles la contraria. Afortunadamente, hoy en día tenemos un medio para librarnos de ellos que se llama democracia y próximas elecciones.

Una inmortal frase de Tip y Coll decía: «se lo creen todo, deben ser españoles». La felicidad permanente es más que posible que no esté a nuestro alcance como humanos, pero la risa y la alegría siempre son una decisión propia. Por eso, mejor mantener el componente lúdico de la fecha, pero podríamos rebautizarla como el día de los políticos. Sobre todo, a la vista de cómo tratan algunos de ellos a las víctimas.