Política
El día que Sánchez oyó hablar de Wittgenstein
Coartada filosófica para políticos: «¿Por qué debería uno decir la verdad si puede serle beneficioso decir una mentira?»
Pedro Sánchez, doctorado en resistencia, es también camaleónico y existen dudas razonables de que haya leído a Wittgenstein, el filósofo que defendía que «de lo que no se puede hablar hay que callar». No es, desde luego, por subyugante que sea, un autor para todos los públicos, ni para políticos atareados, sino para forofos del género. Ayer, el presidente intentó exhibir su cara más amable y conciliadora en su balance de fin de año y, si en otras ocasiones se recrea, se escucha y se alarga, ayer despachó todo –alegato triunfalista y respuestas a los periodista– en una hora casi de reloj. El inquilino de la Moncloa presentó como grandes logros de su Gobierno lo que no son más que parches: la reforma laboral, la de las pensiones y la de la formación profesional. También enumeró otros éxitos, desde la aprobación de los Presupuestos a la vacunación anti-Covid y sentenció que «la pandemia ha significado un acelerón en la modernización de España». Intentó, porque no pasó de un intento, explicar cómo se cumpliría su promesa de que el precio de la luz a finales de 2021 sería similar al de 2018 y para eso tuvo que retorcer los argumentos y recurrir al «promedio» , algo que no convencerá a los cientos de miles de consumidores a los que sí les ha subido el recibo eléctrico y no son un promedio.
Sánchez, por supuesto, no perdió la oportunidad de criticar a la oposición por no querer apoyar al Gobierno –en su opinión– en los grandes temas. Todo dentro de un guion tan previsible como la réplica –contraprogramación– de Pablo Casado, minutos después de que su adversario terminara de hablar y en la que le acusó de falta de «autocrítica», que es lo que también echan en cara al líder popular algunos de sus partidarios. El presidente del Gobierno se erigió en paladín de la estabilidad y anunció con desparpajo que completará la legislatura, lo que significa que llegará hasta finales de 2023. Nada impide que, como tantas otras veces, cambie de opinión y que, por eso, su palabra carezca de valor real. Además, siempre encuentra argumentos. El otro día alguien le explicó que Ludwig Wittgenstein, filósofo de culto del siglo XX, dedicó una gran parte de su obra a resolver el dilema de «¿por qué debería uno decir la verdad si puede serle beneficioso decir una mentira?». Y Sánchez, quizá tomó nota.
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