Irene Montero

Irene Montero, quite sus manos de mi mantel

Nos dibuja como unos cavernícolas que comemos el pavo con las manos para luego lanzar un eructo polvoronero

Año nuevo, ideas viejas. Los ministros del ala zurda nos dejan sus regalos de este solsticio de invierno en forma de clases de Educación para la Ciudadanía. Descansan todo el año y sacan las guirnaldas en vacaciones para amargar el espíritu navideño. Irene Montero es un grinch morado y Alberto Garzón, un hombre de la nueva ola, tan sensible que defiende el comunismo. La primera nos alecciona, al estilo de la Sección Femenina del Movimiento puesta al día, sobre quién tiene que poner la mesa. Pilar Primo de Rivera se ocupaba de la mujer hacendosa y la señora de Igualdad, de los hombres vagos, que no son capaces ni de levantarse a por el vino en las cenas de Nochebuena y de fin de año. Nos dibuja como unos cavernícolas que comemos el pavo con las manos para luego lanzar un eructo polvoronero, que ya no hace falta la zambomba, con lo bien que las hacía sonar mi padre. Irene Montero se comporta como una monja que nos reza el rosario mientras vomitamos toda la amargura del año mojada en cava. Sería más creíble que grabara un vídeo de ella misma en su casa, al estilo de los años cincuenta americanos, muy pop, mostrándonos quién es el macho que recoge los platos en su casa y quién da el biberón o el potito a sus hijos.

El ministro de Consumo, por su parte, se descubre como un hombre del Renacimiento. Sabe de todo. Nos invita a comer menos carne por aquello del cambio climático, y asegura sin recato que somos los hombres los que más reacios somos a esta nueva cartilla de racionamiento ambiental. Comer carne, pues, es un símbolo de machismo. La barbacoa y esas costumbres de testosterona que acabarán prohibiéndose. Convendría saber si el titular de la cartera de Consumo ha presenciado cómo se revuelve el campo ante los pedos de vaca. Preocúpese, ministro, de que haya algo en la mesa en este año de inflación desbocada para que pueda escribir como Lenin en el prefacio del «Libro de cocina sabrosa y saludable», escrito en 1939, cuando Ucrania se moría de hambre, literalmente: «Lo que caracteriza a nuestra Revolución es que no solo ha otorgado al pueblo libertad, sino también los bienes materiales y la posibilidad de vivir una época próspera y cultivada». No sé si Lenin recogía la mesa o le ocupaba su tiempo cargar con los veinte millones de soviéticos que se calcula se llevó a la tumba. De esto no se hacen bromas en los comentarios de los «Cachitos» de Nochevieja pero sí de los borbones, y eso que no imagino a Doña Letizia poniendo la mesa ni comiendo carne.