Estrategia

Vacas por votos para Casado

El presidente del PP ha ido ganando todas las batallas internas y externas y la victoria en Castilla y León despejará dudas sobre su liderazgo

La victoria del PP en Castilla y León, de producirse, como todo apunta, va a despejar dudas sobre el liderazgo. Pablo Casado, guste o no, es la cabeza de un proyecto ganador. El jefe de Génova ha ido ganando todas las batallas internas y externas, más duras las primeras que las últimas. Ningún líder anterior, quizá Fraga en los tiempos de la Coalición Popular, lo tuvo tan complicado dentro del partido. La estrategia exterior ha sido marcar terreno electoral entre el PSOE y Vox, y lo ha hecho con eficacia. Ha engullido a Ciudadanos, como se verá en Castilla y León, después de un dificilísimo año electoral en 2019. Por otro lado, ha transformado en debilidad la fuerza del adversario, un socialismo mayordomo de Sánchez.

El presidente del Gobierno ha conseguido que nadie en su partido se mueva o hable sin el visto bueno de Moncloa. Esto ralentiza las decisiones, y las condiciona, no a un interés local o autonómico, sino al de Sánchez, un político atado a Podemos y a los nacionalistas. Esto lo utiliza Casado para hablar de incapacidad, debilidad y lentitud gubernamental. El mensaje es más comprensible si se tiene un buen ejemplo a mano. Y esto es lo que ha brindado Alberto Garzón. El ministro de Consumo es una muestra de la izquierda pija, woke, encantado de tener un altavoz pagado con dinero público para decir a la gente lo que tiene que hacer. Garzón ha atacado una forma de vivir que desprecia tanto como desconoce. Casado no ha tenido más que tirar de manual liberal, que es lo propio del PP madrileño. Y lo ha hecho con un lenguaje común, comprensible para cualquiera, que encierra un mensaje político: «Más ganadería, menos comunismo». La campaña en Castilla y León servirá a Casado, en consecuencia, para identificarse con la imagen del ganador con discurso. La parálisis sanchista y el empecinamiento podemita harán que el electorado vincule con facilidad la libertad que pregona el PP con el bienestar, y a la izquierda con la penuria y la ingeniería social.

La perspectiva de pactar con Vox no perjudica a Casado. La «amenaza» no moviliza a la izquierda porque el partido de Abascal ha bajado la intensidad en las cuestiones identitarias de sexo y raza, que es lo único que parece preocupar a esta izquierda. Por eso la elección del candidato de Vox en Castilla y León es un error. En lugar de nombrar a alguien capaz de conectar con el campo y las clases medias, que es donde Vox se la juega, han puesto a un novato con lamentable pasado tuitero. Compare la calidad de Macarena Olona con la de Juan García-Gallardo Frings. La alianza con Vox, que será también determinante en Castilla-La Mancha según las encuestas, no desdibuja el perfil moderado que ha procurado Casado. Además, la fórmula de gobierno está ya pensada. Habiendo aprendido que las coaliciones son nefastas por experiencia propia, como en Madrid, y ajena, la de Sánchez, la fórmula será gobernar en solitario con apoyo externo de Vox. Esto da estabilidad sin el perjuicio de tener que asumir los errores o desvaríos del otro.

El tiempo corre a favor de Pablo Casado, y no solo a nivel externo. Ha ido ganando los pulsos internos sin meter ruido, porque sabe que la exhibición de las peleas perjudica a la percepción general del partido y de todos sus dirigentes. Ese cuidado ha reforzado su imagen moderada, de político ganador por encima de las pequeñeces. Si el discurso es templado y firme, también lo tiene que ser su actuación dentro y fuera del partido. O al menos es lo que debe ver la gente. La victoria en Castilla y León de Mañueco será como la caída de una ficha de dominó. Luego vendrán otras regiones y ciudades. El éxito afianzará el liderazgo de Casado si mantiene hasta el final la coherencia en el antisanchismo y en la defensa de la libertad.