Yolanda Díaz
Primero Díaz y, después, Díaz también
Las elecciones en Castilla y León nunca han tenido tanta trascendencia nacional como en este momento que parece que estuviese en juego el gobierno de España. Es un buen indicador de por dónde van los tiros electorales en el resto del país, pero hay algo más.
Si los sondeos se cumplen, el PP continuaría en racha, mientras que en el PSOE y Podemos podrían saltar las alarmas si suman el resultado de Madrid y las expectativas en Andalucía.
En el Partido Socialista, cortarán la cabeza de Tudanca en un desesperado intento de salvar la responsabilidad de Sánchez y argumentarán que las declaraciones de Garzón les ha dado la puntilla.
Saben de antemano que todos los dedos apuntarán la derrota en el debe del líder socialista. Es el precio de haber impuesto un modelo unipersonal y omnipotente.
Tampoco es que a Podemos les vaya a ir nada bien. Sin embargo, en el caso de la organización morada, encontrar al culpable va a ser más controvertido. Por ejemplo, en Ferraz piensan que el ministro de Consumo ha lanzado un dardo envenenado que perjudica las opciones socialistas, pero que beneficia a los morados.
Seguramente desde Podemos harán una lectura parecida, pero deben encontrar una explicación a la nueva catástrofe. Seguramente aprovecharán la inquina que ha cogido la cúpula a Yolanda Díaz y sacarán del cajón los métodos estalinistas para empezar a desgastarla porque, lo que les tiene de verdad de los nervios, no es tanto que en un territorio conservador no rasquen bola sino que su propia candidata nacional sea incontrolable.
Han afilado las navajas porque consideran que la vicepresidenta es desleal, que para llegar al gobierno y después ser la candidata podemista, se subió a horcajadas sobre Pablo Iglesias y toda la organización y, ahora, se despega de la marca.
Aprovechó los votos de los morados y, cuando pintan bastos, ha diseñado una estrategia totalmente personalista en la que intenta que Podemos sea uno más entre los partidos y colectivos que nutren su propia plataforma, el acto de Valencia fue revelador.
Ione Belarra e Irene Montero son el poli malo y antipático, a veces resultado de su propia insolvencia, a veces, inducido. Díaz se permite reunirse con el Papa o pactar con la patronal y es la diva.
La vicepresidenta lo tiene claro, y ha decidido que el desastre de Castilla y León no va con ella. El hecho de ser la candidata oficial no es ningún obstáculo porque, de aquí a las elecciones, no va a jugar con la marca, va a hacerlo al modo francés en el que los movimientos abiertos y transversales, como el de Macron, han demostrado ser mas útiles para captar votos que los partidos más clásicos.
Desde Podemos le reclaman que se implique como lo ha hecho con su campaña de imagen pero, para Yolanda Díaz, lo primero es ella, después ella y, finalmente ella, en eso se parece a Pedro Sánchez, la diferencia radica en que lo hace mucho mejor que él.
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