Opinión

La pederastia en el Congreso

No creo sea preciso aclarar que esa presencia de momento se «limita» al debate en torno al procedimiento para investigar «la pederastia en la Iglesia Católica» por parte del Congreso. Esta aclaración no hace sino poner de relieve que su mera intención de investigar ya proyecta una presunción de culpabilidad en la institución eclesial sometida a la misma. Sentado esto, es evidente que el ámbito de la investigación que desea el sanchismo no es ni pacífica, ni neutral, ni casual, ya que es cosa sabida para quien quiera aproximarse a la auténtica realidad de ese crimen nefando y terrible, que ni es privativo del ámbito eclesial ni por supuesto mayoritario en él respecto a otros entornos sociales donde está más presente desgraciadamente.

La escuela y la propia familia, por ejemplo, son esferas en las que esa lacra se concreta de manera especial, según recoge el Comité para los Derechos de los Niños, órgano especializado de NNUU sobre la materia. Ahora, una vez calificada y admitida a trámite por la Mesa del Congreso esta iniciativa apoyada por el PSOE, Podemos y todos sus aliados parlamentarios, está pendiente de que la Junta de Portavoces decida incluir en el orden del día de un próximo Pleno el debate y votación para su creación.

La discusión ahora se centra en el formato a elegir: si se opta por una «Comisión de expertos independientes» –como propone el PNV– o por el habitual en este tipo: la investigación parlamentaria. Lo primero que debe aclararse es la finalidad que se persigue. Dejando claro sin mácula de reserva mental alguna que aquellas personas de las que se acredite su culpabilidad deben asumir las consecuencias legales que procedan, la reserva respecto a esta iniciativa es que va a ser peor el remedio que la enfermedad. Ello porque la utilización política de una investigación de estas características por parte de un auténtico Frente Popular como el que sostiene esta petición, no es el mejor aval precisamente para que además de exigir las responsabilidades personales que procedan, las conclusiones puedan ser eficaces y útiles para la protección del menor, que es un asunto pluridisciplinar y social y no una mera «cuestión eclesial».

En cualquier caso, no cabe duda que junto al franquismo, la Iglesia no es precisamente «santo de devoción» de los promotores. Sus antecedentes históricos en España durante la República hablan por sí solos. Al menos algo hemos avanzado –pensarán algunos–, ya que tiempo atrás la persecución frentepopulista no era parlamentaria precisamente. Tenemos «distracción» asegurada contra el «nacional catolicismo» hasta las próximas elecciones.