Internet
El potencial transformador de lo intangible
El mayor desasosiego proviene de aceptar que estamos ante un proceso que escapa al control del hombre; o en el mejor de los casos quedar en manos de muy pocos.
Les propongo asomarnos al potencial transformador de lo intangible, a partir de la ciencia de los datos, la inteligencia artificial y las comunicaciones disruptivas. Tema del discurso presentado, hace unas semanas, por el profesor Casar Corredera, prestigioso especialista en la materia, con motivo de la apertura del año académico en la Real Academia de Doctores de España. Se trata de una cuestión recurrente en numerosos foros, aunque tal vez menos de lo que convendría. Hace tres años (9-II-2019), publicábamos en esta misma sección, «El hombre en su frontera», sobre las dimensiones extraordinarias de los cambios a los que nos vemos abocados a corto y medio plazo.
El ciudadano, en general, no entiende ni el lenguaje ni los conceptos que modifican drásticamente su «realidad». Se limita a percibir sus consecuencias más llamativas; entre el entusiasmo y el recelo, según los momentos. Junto a un abanico de posibilidades, como nunca antes se habían contemplado, aparecen también los efectos perturbadores que pueden acarrear. Una muestra rotunda la ofrecen las redes sociales con sus ventajas y su potencial destructivo. El desarrollo de Facebook, WhatsApp, TikTok, Instagram, Twitter, LinkedIn, … a las alturas de 2022 es espectacular y, con ello, los problemas para discernir la información verdadera y valiosa de la falsa, son ciertamente graves. Los inconvenientes de la denominada infobesidad, palabra incorporada por Alvin Toffler, en 1970, y sus sinónimos infodencia e infoxicación, acaban conduciendo a la desinformación, que culmina en la incapacidad para distinguir lo cierto de lo falso.
Algo parecido ocurre en otros campos. Por ejemplo, la internet de las cosas IOT, ecosistema de objetos físicos que se comunican datos entre sí, coordinadamente, sin la intervención explícita de un ser humano, será uno de los factores que producirán mayor impacto, en los próximos años, en la llamada internet 4.0 o internet industrial. Ello generará el trasvase, cada vez mayor, de la economía de lo tangible a lo intangible; algo que preocupa seriamente, tanto por los resultados como por el control de los procesos.
La referencia tranquilizadora, señalando que, en cualquier caso, los avances tecnológicos y las transformaciones revolucionarias se acompasaran a los tiempos sociales y económicos, no parece cumplirse hasta ahora; al menos en determinados aspectos. La asincronía, y la incapacidad de decisión de los afectados, ocasionan efectos indeseables. En su trilogía sobre la evolución del hombre, Yuval Norah Harari (Sapiens, de animales a dioses. Una breve historia de la humanidad -2011-; Homo Deus. Breve historia del mañana-2015- y 21 lecciones para el siglo XXI -2018-), incluía una breve cita, en el segundo de ellos, sobre las claves de la dinámica del ser humano para superar sus propios límites. «Lo que nos hizo sapiens nos hará dioses» decía. No lo sé pero hay algo claro; en el camino van quedando millones y millones de hombres, cada vez más, reducidos a la categoría de inútiles. Lo apuntaba Pierre Noël Giraud, L’Homme inutile, el propio Harari insistía en un epígrafe de su Homo Deus, titulado «La clase inútil».
El catálogo de actuaciones de las TICs en el mundo que nos rodea es inabarcable, casi todas con consecuencias polivalentes. Un ejemplo, entre miles de las múltiples posibilidades de transformación directa del ser humano, por el potencial de lo intangible, lo tenemos en el programa de investigación Bring on tomorrow, patrocinado por Ford y difundido por Eurosport. Los resultados de la aplicación de un casco para entender mejor la mente de los pilotos de carreras, y otros atletas, se presenta como una hazaña de ingeniería increíble. No digo que no, pero… (?) Se trata de escanear la actividad cerebral para aumentar el rendimiento del conductor. En el video que emite Eurosport, uno de los pilotos se muestra muy satisfecho de que alguien pueda leer su cerebro y le indique lo que debe hacer. Así todo fluye sin necesidad de pensar.
Un acontecimiento inesperado y traumático ha puesto a prueba muchas de las posibilidades del poder de lo intangible, en sus variadas facetas. La pandemia signada como COVID-19 ha dirigido la mirada de los seres humanos hacia las nuevas tecnologías de la información, buscando respuestas a los desafíos planteados. Y las ha encontrado en diversas formas, aunque tal vez no en la medida demandada. A estas alturas la gente no sabe cuántos y quiénes son los perdedores en la batalla sanitaria, pero sí quiénes son los ganadores.
Resulta evidente que el ser humano, como individuo, se ha convertido en irrelevante. Las ciencias y técnicas a las que venimos refiriéndonos, capaces de asombrar a la sociedad acentúan esta percepción. La cuestión es sumamente inquietante. El liberalismo, individualismo matizable en numerosos aspectos, se asienta, en cualquier caso, sobre el individuo. Sin él pierde todo el sentido. A partir de ahí, el peligro nos amenaza para un futuro no muy lejano. Si el siglo XX vio nacer y morir dos totalitarismos monstruosos; el XXI amenaza con alumbrar otro nuevo y acaso más difícil de superar. Aunque el mayor desasosiego proviene de aceptar que estamos ante un proceso que escapa al control del hombre; o en el mejor de los casos quedar en manos de muy pocos.
La humanidad ha de saber ordenar su futuro, si aún es tiempo, para que el potencial transformador de lo intangible se invierta en hacernos más libres, más felices, más humanos.
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.
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