15M

La experiencia final

Una década después la casta sigue ahí y los promotores del proceso forman parte de ella

No conozco nada más esclarecedor e instructivo que comparar la experiencia con las expectativas. Qué esperaba usted y qué ha encontrado. En unos casos, el resultado de la experiencia supera con creces las expectativas; en otros, los efectos de esa experiencia real defraudan los sueños que pudiéramos haber depositado en ella.

Puesto que ya empiezo a acumular en mi organismo una cantidad de años francamente intolerable, he podido presenciar a lo largo de mi vida ejemplos de ambos casos. He sido testigo de repetidas ansias de renovación de la sociedad y de los diferentes proyectos que se emprendían para hacerlo, así como de sus resultados finales. Desde ese observatorio desapasionado, podría decirse que, como proceso de renovación, lo que se dio en llamar la Transición superó ampliamente las expectativas depositadas. Los españoles de aquel momento lo único que querían era que no se repitieran ni una contienda fratricida ni una dictadura como la anterior. Los efectos secundarios de alcanzar ese objetivo (la democracia, la prosperidad posterior, la integración en Europa, la puesta al día con el resto de países avanzados, los campeonatos mundiales, la recuperación de prestigio, etc.) fueron una propina lógica y muy agradable que superó las expectativas. Años después, también pude presenciar la aparición del 15M, otro intento de renovación que aspiraba a perfeccionar nuestra democracia y acabar con la casta. Una década después la casta sigue ahí y los promotores del proceso forman parte de ella. El resultado frente a las expectativas proclamadas es el que es. Por eso, esa generación condena tanto la Transición. Quizá para no tener que mirarse a sí mismos.

Mi propósito no es sostener que un objetivo fuera legítimo y bueno y el otro no. Sino simplemente constatar la desproporción que hay en cada caso entre expectativas y experiencia. Esa asimetría procede de una divergencia fundamental de base. En un caso, las expectativas se basaron en la razón, en el otro en el simple deseo.