Mascarillas

Mascarilla y salario electoral

Hoy finaliza la obligación de tener que ir por la calle, al aire libre, con «mascarilla-bozal», tras estar inmersos durante meses en esa «nueva normalidad» que se nos hace una eternidad. Se da la circunstancia –sin duda una «casualidad»– de que mañana termina la campaña electoral castellanoleonesa, con el horizonte en la votación del próximo domingo. Y también –otra casualidad más– la exitosa lideresa comunista de la «progresista» reforma laboral ha tenido otro sonado triunfo. Tras aquel éxito pactado con la patronal, aprobado en el último suspiro con el progresista voto de Cs y el PDeCat –dos partidos difuntos y sin enterrar todavía– gracias al lamentable error de un diputado popular –con la complicidad de Batet–, ahora la vicepresidenta Yolanda Díaz sube el SMI a la mágica cifra de 1.000€.

Si la estrategia sanitaria ya estaba ampliamente cuestionada desde hace tiempo, su utilización política y electoral disipa ahora las pocas dudas existentes al respecto. Sabíamos que no había ninguna evidencia científica que avalara la obligación del uso de la mascarilla en la calle, pero el descaro con el que se convalidó el R.D. Ley en el Congreso ha sido culminado hoy decidiendo que ya no es necesaria apenas una semana después de esas aparentes urgencia y necesidad, requisitos constitucionales inexcusables para legislar con este instrumento jurídico.

Al parecer, todos teníamos claro, menos Garamendi, que su aportación a aquella reforma era una exigencia de la UE a Sánchez para la recepción de los Fondos Europeos y que, una vez conseguido su objetivo, prescindiría de él. La vicepresidenta ha pactado el SMI con sus sindicatos, debidamente subvencionados, pese a la tajante oposición de los empresarios. Confirma esa actuación lo que ya se suponía: que irán haciendo el resto de la reforma con el mismo procedimiento de esta subida salarial. Es decir, sin acuerdo con Garamendi y como elemento de campaña en las sucesivas elecciones municipales, autonómicas y generales. Es la burda aplicación de aquel cínico proverbio: «Yo no me hablo con los cerdos, pero me como sus jamones». Una consecuencia de dejarse engañar, ser cómplice o ser un incauto, por llegar a acuerdos con un personaje como el actual presidente del Gobierno, a quien el único interés que le motiva es el suyo particular de mantenerse en el poder al coste que sea… mientras ese precio no lo pague él.

De momento ya ha anunciado que –gracias a Garamendi– hay legislatura y gobierno hasta nada menos que 2024. Así acabará antes la epidemia sanitaria que la epidemia política del sanchismo. Con los Fondos económicos no para la recuperación económica, sino para la suya.