Política

Democracia limitada

Entre los países menos democráticos del mundo se encuentran algunos para los que han colaborado o colaboran miembros de los partidos que gobiernan en España

Adrián se ha levantado pronto a correr. Es la única salida nocturna que a su edad se permite. Antes, en sus tiempos de músico de bar, le pillaba el amanecer acodado en una mesa o arrugando las sábanas de alguna cama ajena; nunca durmiendo. Hoy, cerca ya de los sesenta, en lugar de esperarlo sentado se adelanta a recibirlo. A veces se pone la radio y hace la ruta escuchando las noticias. Otras veces no. Depende del ánimo. No siempre se levanta con buena disposición para digerir los retratos de mediocridad pública de los gestores de la cosa política, o los relatos de penuria individual o colectiva que sobrecargan los noticieros. Le gusta estar atento, pero no empacharse. Más en este tiempo de fragmentación e incertidumbre que se alimentan una a otra: cuanto más miedo al futuro más nos blindamos y más impermeables somos a ideas nuevas, lo que aumenta nuestra ansiedad ante un futuro incierto, y amuralla nuestra vida y nuestro ánimo, y así cada vez más ciegos y más anclados en lo nuestro vamos dando impulso a la rueda.

Esta mañana se ha llevado los auriculares y conecta la radio en el teléfono. Se levantó de buen humor después de echar ayer unas risas y unas canciones con un grupo de amigos –exiliados como él, urbanitas huyendo de un mundo que a veces necesitan evocar porque la nostalgia tarda pero siempre aparece– en La Librería, la isla de cultura y música que ha abierto en Pimiango otro ex ciudadano refugiado en la verde lejanía norteña, para amortiguar su propia añoranza y la de otros como Adrián. La lejanía te regala silencio y descarga tensiones, pero jamás desconectas del todo de los años vividos, y hay que procurarse islas y volver a engancharse de vez en cuando. Por eso él sigue las noticias. Aunque lo haga también para reafirmarse en lo juicioso de aquella decisión de dejarlo todo y venirse al Valle Oscuro.

Hoy escucha que The Economist, que es un semanario británico de enorme solvencia política, ha puesto a España en la segunda división de los países democráticos. Le cuenta la radio, mientras intenta no desequilibrarse, no tanto por la noticia de la degradación de su país como por lo resbaladizo del tramo rocoso que en esos momentos asciende, que la situación de la justicia en España no permite precisamente otorgarle sin dudar el calificativo de independiente. En realidad, según la revista, el parón en la renovación del poder judicial por el desacuerdo entre los partidos es la razón fundamental para ese descenso en la calidad democrática de España. Adrián se queda con la duda de si esa publicación conoce de verdad la realidad española, porque puestos a valorar la calidad democrática, quizá haya algunos otros elementos de mayor peso, como la desatención al Parlamento por parte de un gobierno más amigo de decretar que de discutir y acordar, o la búsqueda de pactos políticos al margen del Congreso que luego llegan allí con voluntad de trágala, o la construcción de mayorías de gobierno con partidos que reconocen públicamente que la democracia española les importa un bledo, o los ataques a la prensa crítica, o equiparar crítica política con cuestionamiento democrático. Recuerda Adrián que en el actual gobierno de España hay un partido que pervierte de tal forma el lenguaje, que convierte a los críticos con el poder en paniaguados del poder. Son los que extienden la falacia de que escribir en un periódico es más influyente que hacerlo en el Boletín Oficial del Estado.

Democracia limitada
Democracia limitadaplatón

Cortos se quedan, le parece a Adrián, los de The Economist. El gobierno no dice nada, apenas una respuesta leve, de esas de quitarle importancia o echar la culpa a la oposición, que es muy de este gobierno de oposición a la oposición. Pero escucha también, montaña arriba, que el Democratic Index que publica el semanario desde hace 15 años es un referente universalmente aceptado de calidad democrática. Considera democracia plena un país con elecciones libres, que respeta las libertades, los medios de comunicación son independientes y plurales, prima la separación de poderes, y la justicia es verdaderamente independiente. Sólo hay diez que alcanzan esa categoría, entre ellos los nórdicos europeos y Taiwán. En las últimas posiciones de calidad democrática, los países que ese índice considera dictaduras propiamente dichas: Venezuela, Cuba o Nicaragua, entre ellas. También China, lo que le llama la atención por la lejanía «democrática» entre la isla que ambiciona conquistar Pekín y la realidad de la potencia mundial que amenaza.

A punto de culminar la montaña y regresar a casa, Adrián se detiene frente a un imponente paisaje de verde hierba y bosques. Escucha en ese momento cómo alguien en la radio señala con intención el hecho de que entre los países menos democráticos del mundo se encuentren algunos para los que han colaborado o colaboran miembros de los partidos que gobiernan en España. Eso tampoco lo tiene en cuenta The Economist.

Apaga la radio.

El descenso por la montaña, que ya encara, puede entrañar peligros si no bajas concentrado.