Toni Bolaño

Mal de muchos...

Cuando dicen que vuelve el PSOE tienen razón, vuelve el PSOE derrotado y desvencijado que lideraba en aquellos momentos el que ahora dirige la maquinaria de los socialistas en Moncloa

El PSOE no está bien por mucho que el CIS apunte a empates inexistentes, al igual que se hizo el 4 de mayo en Madrid. Hace un año, el PSC dio la última campanada –de la mano de un tal Iván Redondo que gestionó bien las expectativas y dio un golpe de mano con un candidato sorpresa como Salvador Illa– y la última victoria para el Partido Socialista. Un año después, el PSOE ante el peor PP, un PP sin Isabel Díaz Ayuso, con errores de bulto, con problemas de liderazgo, con expectativas desmesuradas para justificar un adelanto electoral... Es decir, el PSOE ante el peor PP ha caído sin ambages.

Analizar el resultado del PP es arena de otro costal, nos vamos a fijar en el PSOE. Los socialistas han bajado incluso de su peor resultado. En 2019, de la mano de Redondo todavía, alcanzó el 34,84% de los votos con 35 diputados. Ganó las elecciones. En 2015, con la presión de Podemos y la nueva política, el PSOE se situó en el 25,95% de los votos y alcanzó los 25 diputados. En 2011, alcanzó el 29,61% con 425.577 votos y 29 diputados. Su candidato, el hoy jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, Óscar López, que ha estado oculto en esta campaña porque «solo me dedicaré a los discursos del presidente», como si eso fuera poco.

Si tiramos un poco más atrás, en 2007, el PSOE obtuvo 33 diputados y 574.596 votos. Los socialistas no solo han perdido las elecciones que habían ganado hace 3 años, sino que se han situado por debajo de sus resultados de 2011. O sea, cuando dicen que vuelve el PSOE tienen razón, vuelve el PSOE derrotado y desvencijado que lideraba en aquellos momentos el que ahora dirige la maquinaria de los socialistas en Moncloa.

Sin embargo, las miradas no estarán sobre los socialistas sino sobre el fiasco del PP que se ha hecho un «Artur Mas». Convocó elecciones para lograr la mayoría absoluta y solo ha conseguido cambiar de socio: de un moderado, Ciudadanos, a un radical, Vox. El PSOE, por su parte, ha recogido su falta de audacia en el Gobierno de España, su campaña encorsetada, sin liderazgo. Los socialistas solo ganan en las provincias de León, Palencia, Burgos y Valladolid y han perdido su particular joya de la corona, Soria, donde en unas generales donde se eligen dos diputados dejarán a los socialistas, en caso de repetir los resultados de ayer, sin representación soriana en el Congreso de los Diputados, con el agravante de que Vox le muerde los talones.

Los socialistas no se pueden refugiar en la debacle del PP. Pablo Casado no ha podido presentar sus nuevas credenciales victoriosas para parar los pies a Díaz Ayuso, y seguramente Teodoro García Egea será blanco de todas las críticas. El PSOE ha perdido votos y escaños y pone en evidencia que siendo el principal partido de la izquierda no tiene la fuerza que necesitaría para ganar unas elecciones. El bloque de la izquierda retrocede un 7%. En 2019 ganó seis diputados y ahora pierde procuradores –siete– y se sitúa en torno al 30% de los votos.

Seguramente, desde la sala de máquinas del PSOE se van a maquillar los resultados. Que si es normal porque es una comunidad conservadora, olvidándose que ganaron hace tres años, y que se pone claramente encima de la mesa un acuerdo PP-Vox para sanar algunas conciencias y sobre todo para levantar esa bandera en unas generales.

La derrota socialista es evidente aunque la errónea gestión de expectativas del PP le ha brindado un balón de oxígeno. La derrota del bipartidismo se ha plasmado en una comunidad que se presumía la garante de la preeminencia de los dos grandes partidos. Hace tres años, el PSOE se alzó con la victoria y Ciudadanos erró su camino por la soberbia de Albert Rivera. Tres años más tarde, el PSOE ha perdido, sin paliativos, aunque el PP se ha hundido en la miseria. Mal de muchos, consuelo de tontos.