Elecciones Castilla y León

La tentación de Mañueco

Cualquier acercamiento del Partido Popular al sanchismo, cuyo descrédito dentro y fuera es manifiesto, arrastraría a la ruina al partido de Pablo Casado

Cada uno observa lo que ha pasado en Castilla y León a la luz de sus deseos o compromisos. Es natural. Pero pocas veces como en este caso se presenta con tanto descaro en algunos medios a los triunfadores como derrotados, a la vez que se pinta la victoria, pírrica naturalmente, ¡faltaría más!, aunque garantice el Gobierno de la Junta para los próximos cuatro años, como un amargo fracaso. No se quiere ver la realidad. Y lo que ha pasado está claro: Sube la derecha y baja la izquierda; gana Casado con algún apuro y pierde Sánchez sin remedio; crece Vox y mengua Podemos; despunta la España vaciada con «Soria, ¡Ya!» a la cabeza, y se esfuma Ciudadanos; en fin, Mañueco sigue y Tudanca se va a casa. Esa es la escueta realidad.

Luego vienen los detalles y los interrogantes. ¿Se va a gobernar con Vox o sin Vox? ¿Qué van a hacer ahora los representantes de la España vaciada? ¿Se mantiene el plan de adelantar también las elecciones andaluzas? Y, a la vista de los resultados en Castilla y León, ¿hay alguna duda de que el CIS de Tezanos no es fiable? ¿Alguien piensa que, después de lo ocurrido, a Pedro Sánchez se le puede pasar por la cabeza adelantar las elecciones? ¿Qué va a hacer Yolanda Díaz después de su poco prometedor estreno? El marcador con el 13-1 de Vox a Podemos en esta comunidad histórica, la más grande de España, es una goleada tan contundente que deja pocas dudas de que el futuro político en España se inclina a la derecha. El éxito indiscutible de Vox y de las candidaturas locales es, en gran manera, un voto de protesta contra las fuerzas tradicionales y la deriva del sanchismo y una evidente demostración del malestar creciente que se percibe en el mundo rural.

Lo que pase a partir de ahora en Castilla y León va a tener una fuerte repercusión nacional. La tentación de Alfonso F. Mañueco, bendecida por la dirección del PP, puede ser la de buscar el apoyo del PSOE en la investidura, aunque sea en forma de abstención, y un cierto pacto de legislatura –«gobernar con todos y para todos», dijo la noche electoral- para evitar un compromiso de gobierno con Vox. Relevantes observadores advierten que cualquier acercamiento del Partido Popular al sanchismo, cuyo descrédito dentro y fuera es manifiesto, arrastraría a la ruina al partido de Pablo Casado. Esta es la peligrosa encrucijada con que se encuentra el vencedor de las elecciones del domingo. Entre Santiago Abascal y Pedro Sánchez nadie le arrienda a Mañueco la ganancia.