
Apuntes
Sortu y la pérdida de la comprensión lectora
Si los separatista supieran leer comprenderían que no hay vía legal a la soberanía, solo la violencia
Tienen los de Sortu fondo de armario suficiente para organizar homenajes a sus «gudaris», que bastante manoseado tienen al pobre Txiqui, uno de Zamora que entró en ETA y, consciente de que lo iban a fusilar –eran los estertores del franquismo–, se encaró al tribunal militar, reconoció la pertenencia a la banda y marchó a la ejecución con una entereza pasmosa. Digo que tienen fondo de armario de sobra porque entre los etarras que se mataron con sus propias bombas (30), los que se suicidaron (26) –uno en un coche de la policía de San Francisco, ahorcándose con el cinturón de seguridad, que ya es tirar–, los que murieron en enfrentamientos con las fuerzas de orden españolas y francesas (unos 80), los que mató el GAL y el Batallón Vasco Español (probablemente una docena) y los casos sin resolver –no cuento los seis que asesinó la propia banda, comenzando por «Yoyes»– el recuento de bajas se las va en un pico, aunque, claro, muchas menos de las que causaron a los malvados españoles, que ya se sabe que cunde mucho más el tiro en la nuca o la bomba lapa contra gente indefensa que tener que liarse a tiros con alguien que puede defenderse. El caso es que los de Sortu han vuelto a sacar de paseo el cadáver de Txiqui, también el de Otaegui, que ese sí era euskaldun de caserío, en un aniversario redondo para pedir a las huestes, entre las que se encontraba, no se rían, Arnaldo Otegui, el muy mejor amigo de Sánchez, un paso al frente «para acabar con el bloque neofranquista» y relanzar el camino hacia «la soberanía de Euskal Herria», que lo de Euzkadi les apesta a los abertzales a PNV que tira de espaldas. Por resumir, según la docta intervención de Arkaitz Rodríguez, el secretario general de Sortu –ese movimiento nacional vasco independentista, feminista, socialista, democrático y revolucionario que se reivindica como el capital acumulado por 60 años de lucha abertzale–, el Gobierno de España tiene la oportunidad histórica para derrotar a los poderes del Estado y aportar una solución democrática al problema español. Como arenga para la batalla, no sé si enaltecerá bastante los ánimos de los nuevos gudaris, ahora que tienen la oportunidad de ganarle a los peneuvistas y coger cacho en los Presupuestos públicos, pero como estrategia demuestra, una vez más, la pobre comprensión lectora de los independentistas vascos, como ya demostró Urkullu cuando, tras apoyar la investidura de Sánchez, con su 1,12 por ciento de los votos, dijo aquello de que la Constitución del 78 se había quedado a medias y no respondía a la actual encrucijada política, que, en román paladino, era la providencial conjunción de la debilidad del PSOE con la ambición absoluta de poder de su secretario general. Es cansino tener que repetirse, pero no queda otra. A ver, señores separatistas, los padres constituyentes no dejaron a medias la Carta Magna ni abrieron una vía para que un gobierno cambiara las estructuras y los fundamentos del Estado. Al contrario, eran muy conscientes del envite y dejaron para grabar en mármol dos artículos, el 2, que establece la indisoluble unidad de la Nación española, patria indivisible, y el artículo 8, que ordena a las Fuerzas Armadas, entre otras misiones, la defensa de la integridad territorial y del ordenamiento constitucional. Pueden seguir con sus homenajes, pero aprendan a leer, por favor.
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