Partido Popular

La vieja costumbre de acudir en socorro del vencedor

Ahora, quizá hay muchos ignorantes de quién ganará en la crisis del PP, pero ansiosos, como decía el Conde-Duque de Olivares, de perdonar todo a quien venza y negar el pan y la sal a quien pierda

Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco (1587-1645), conde–duque de Olivares, valido de Felipe IV y, sobre todo, intrigante a tiempo completo, explicaba que «al que vence se le perdonan los más grandes defectos y al que fracasa se le niegan hasta las virtudes más notorias». La cita, hay que decirlo, es de segunda fuente, porque procede de Gregorio Marañón (1887-1960), médico, científico y también historiador, pero el terremoto que sacude al PP reafirmará su vigencia. Los barones populares intentan discernir quien saldrá airoso y quien será el referente del futuro para ponerse a su lado. Dirigentes de menos primera fila y de segunda otean si tienen más posibilidades en el PP o en Vox, que necesitará gente, y votantes populares dudan –aunque pueda repugnarles– si recalan o no en las orillas abruptas de los predios de un Abascal que nunca sumará lo suficiente, incluso aunque el PP –que también es resistente– evite la autodestrucción.

Pablo Casado y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso –las peores peleas son las fratricidas– son los árboles que, ahora, en España ocultan la frondosidad de uno y mil bosques: la crisis de Ucrania, que condiciona el futuro mundial –bienestar incluido–, el problema del mal absoluto que es la inflación y el réquiem, celebrado por descerebrados, ignaros y oportunistas, por el falso bipartidismo español. El PP, es obvio, está en crisis y pelea por su futuro, pero el PSOE de Pedro Sánchez –cada vez con un índice mayor de rechazo– solo puede acogerse al refrán de que «en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey». Ni Casado ni Díaz Ayuso, son el paradigma del éxito o el fracaso, aunque es posible que un Maquiavelo moderno hubiera tenido claras sus preferencias entre los dos líderes populares para elegir modelo para un «Príncipe siglo XXI». El problema del centro derecha no es elegir entre Casado y Ayuso y lo que representan sino ser una alternativa real a Pedro Sánchez –la alternancia es esencial en una democracia– en lugar de perderse en disputas familiares. Pío Cabanillas Gallas, ministro aperturista en el último franquismo y luego en la Transición dijo en vísperas de unas de las primeras elecciones democráticas: «Vamos a ganar, pero no sabemos quiénes». Ahora, quizá hay muchos ignorantes de quién ganará en la crisis del PP, pero ansiosos, como decía el Conde-Duque de Olivares, de perdonar todo a quien venza y negar el pan y la sal a quien pierda. Es el vicio o la virtud de acudir en socorro del vencedor, pero no es una solución de futuro para el país.