Tomás Gómez

Feijóo en la encrucijada

El Partido Popular gobierna en Galicia, Andalucía, Murcia, Madrid y Castilla y León. Hasta hace unos días, se vaticinaban en que la lucha por la Moncloa que iban a librar Sánchez y Casado, estaba en tablas. Pero los dos dirigentes más influyentes del PP, los inquilinos de Génova y Puerta del Sol respectivamente, se han comportado como si siguiesen en Nuevas Generaciones y han dinamitado, de momento, las posibilidades. El último episodio, en la reunión de la junta directiva nacional del pasado martes. Casado intentó el papel de víctima y Ayuso, equivocada e innecesariamente, eligió el papel de leñador del árbol caído, es el final de un duelo a muerte. El resultado es que un partido que empezaba a recuperarse de la crisis interna, se ha subsumido en otra mayor en la que se ha convertido en enemigo de sí mismo.

Feijóo ha levantado muchas expectativas en la derecha política y el estado de alerta máxima en la izquierda, pero tiene un trabajo complicado por delante y algunos handicaps. El primero es que, aunque es un experimentado político, Galicia no es Madrid. La característica capitalina más reseñable es la dureza del debate, la hostilidad de los medios y la intensidad de los golpes.

Por otra parte, el PP ha entrado en esa fase que viven los dos grandes partidos cuando las cosas no les van bien: la búsqueda del candidato amuleto. Es decir, todo lo fían a encontrar un nuevo líder con un poder sobrenatural que debe dirigirlos hacia el triunfo. Lo malo es que si las expectativas no se cumplen inmediatamente, la caída del líder será tan rápida como lo fue el ascenso.

Quedan muchas cosas por resolver como, por ejemplo, la relación con Vox. Hacer creíble que no comparte el discurso de la extrema derecha y tenerlo como socio preferente a la vez, no es sencillo. La predisposición a proponer pactos de Estado al PSOE que, además, sean creíbles por el electorado y logar que la unidad del PP sea definitiva en torno a la figura del gallego competan los retos.

Los populares han retrocedido en la parrilla de salida de cara a las próximas elecciones. Además, queda por comprobar si se judicializa la cuestión del espionaje y los famosos contratos de Díaz Ayuso. Si esto ocurre, la mera investigación judicial equivaldrá a una condena pública y mediática y el daño estará hecho.