Tomás Gómez

La preocupación de Sánchez

Los politólogos se empeñan en elaborar argumentos para entender los procesos de cambio en la tendencia electoral. En la explicación, suelen aludir a los aciertos y errores de gobierno y oposición, sin embargo, para que tenga lugar un cambio, hay que comprender un intangible: el elemento emocional.

Las emociones se sitúan en una gama que va desde la ausencia de empatía hasta la aversión a un dirigente. La caída de un presidente de gobierno exige dos condiciones, que exista un ánimo popular de cambio y que exista una alternativa creíble desde la oposición.

Sánchez se empleó a fondo en su discurso ante el comité federal del PSOE vaticinando malos tiempos en lo social y en lo económico. Es normal la preocupación del líder socialista que la crisis del PP le vino como un regalo cuando estaba en caída libre.

La guerra de Ucrania traerá muertes, desesperanza y un erial económico. Con Podemos abierto en canal enredado entre contradicciones y celos, Yolanda Díaz se queda sin opciones y Sánchez sin bastones, porque en solitario no gobernará.

Las consecuencias de la guerra se verán en los próximos meses. En Europa solo brilla Macron, el gran protagonista de la UE. Scholz ve desdibujado el clásico liderazgo alemán porque apenas ha tenido tiempo de consolidarse en la cancillería y ya veremos si la circunstancia se le queda grande. Cuando los problemas son serios las sociedades más exigente con los líderes.

La derecha política intenta salvar los muebles que han quedado del incendio que ha arrasado con Casado. Tienen en Ayuso un problema, pero los barones lo han pospuesto porque han decidido reforzar primero su poder territorial. Han buscado una solución a corto plazo, sin embargo, es posible que hayan tocado la tecla adecuada para la alternativa.

Con este panorama, Feijóo tiene más papeletas de las que parece para afrontar la recuperación de la crisis a la que nos vamos de cabeza. No es tan bueno como se cree, pero puede tener más futuro del que piensan los que le han alzado al liderazgo nacional.

En Moncloa están preocupados, el gallego tiene la imagen y la experiencia suficientes como para protagonizar el cambio.

Realmente, la política española es más volátil de lo que haya sido nunca. En estas circunstancias, dice el refrán que en un país de ciegos el tuerto es el rey, veremos pronto a quién le toca ese papel.