Ucrania
Qué maravilla
Qué maravilla es poder dormir en tu cama. Dormir sin temor a que una desoladora sirena altere tu sueño
Qué maravilla es poder dormir en tu cama, esa que te arropa todas las noches porque todavía tiene algo de cuna. Dormir sin temor a que una desoladora sirena altere tu sueño y te haga correr escaleras abajo a un sótano helado, inmundo, hacinado. Dormir sola o abrazada a los tuyos. Dormir.
Qué maravilla es abrir los ojos y somnolienta aún poder hacer memoria de lo que te espera. Tengo que hacer esto y lo otro. Qué rollo. Tengo que limpiar, poner la lavadora, hacer la lista de la compra. Comprar.
Qué maravilla ese café caliente con tostada. El olor cotidiano de tu hogarcito. Comer.
Qué maravilla salir a la calle y ver el cielo limpio de aviones extraños, drones, misiles. Ni buscarlos, ni presentirlos, solo observar que hay nubes, que quizá va a llover y no has cogido paraguas. Qué maravilla.
Qué maravilla abrir el ordenador y que se abra, sentarte frente a la pantalla y poder escribir, escribir para un periódico, este, que a pesar de algunas diferencias de pensamiento nunca me ha tocado ni una palabra. Escribir.
Qué maravilla oír a los albañiles del piso de abajo atronarme la cabeza con su taladradora. Es tan alentador que no sean misiles, ni bombas, ni gritos humanos lo que suena.
Qué maravilla poder coger el teléfono y llamar con insistencia desesperante a mi ambulatorio para que me pasen con un médico, que el galeno me recete algo para el dolor, que la farmacia me lo de entonces a mitad de precio, que ese pastillazo me alivie padecimiento.
Qué maravilla que mi perra tenga una cama anti estrés, así las llaman, y que solo le asusten los petardos que lanzan los idiotas en fiestas. Que no tenga que agarrarla fuertemente para coger un camino desconocido y cruel de refugiadas.
Qué maravilla que mi hijo dejé su habitación sin hacer.
Y no tenga que coger un fusil abruptamente. Aquí y ahora.
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