Pandemia

(Des)esperar

Ahora, que hemos asumido que todo (o casi) puede ocurrir, Sanidad alerta del riesgo de una séptima ola

Tienen los esquimales una palabra específica, “iktsuarpok”, imposible de traducir al resto de idiomas, con la que describen el acto de salir, una y otra vez, a la puerta del iglú para comprobar si llega alguna visita. Habitantes de lugares recónditos y alejados de los núcleos más poblados, curtidos en sus espacios de soledad, anhelan la llegada de foráneos que impriman un cambio en sus rutinas. Como si recrearan una versión doméstica de «Esperando a Godot». Instalados ahora, como estamos, en esa mezcla de desasosiego y ansiedad que generan los impases de incertidumbre, evocamos el recuerdo de recibimientos pretéritos e inesperados que arribaron sin previo aviso. Cumplimos dos años del estado de alarma, de aquel parón inverosímil que desencadenó un aluvión de transformaciones imprevistas y redirigió el rumbo de nuestras sociedades. Ya son memoria colectiva las calles vacías, los pasillos de los hospitales atestados, los balcones y ventanas como conexión al mundo, los teletrabajos y las telerrelaciones, las televidas, en fin, que se prolongaron durante meses.

Con el tiempo nos hemos ido acostumbrando a convivir con la distopía y somos más conscientes de que aquello que ocurre lejos, muy lejos, incluso a miles de kilómetros, es susceptible de convertirse en real y alcanzarnos. Hemos perdido la inocencia a golpe de sobresalto. Quedaron atrás los días en los que mirábamos, entre sorprendidos e incrédulos, la construcción de hospitales covid en apenas horas y asistíamos al aislamiento de países enteros. Ahora, que hemos asumido que todo (o casi) puede ocurrir, Sanidad alerta del riesgo de una séptima ola cuando enfilamos Semana Santa y China confina Shenzhen, una ciudad de 17 millones de habitantes, ante el considerable aumento de casos. Repunte de pandemia. Y nosotros, entrenados ya en la normalización del asombro, actuamos como ese esquimal que sale repetidamente de su «casa de nieve» para comprobar si la visita, cada vez menos inesperada, vuelve a presentarse de nuevo.