Medio Ambiente

Vuelta al Carbón

El Gobierno de Sánchez acude con frecuencia a la justificación fácil de «es por culpa de Putin» o «esto viene de Europa», cuando se le interpela por la situación crítica de la economía como consecuencia de la inflación y la crisis energética. Justificación tan fácil como irreal, pues ni la culpa de la inflación la tiene sólo el presidente ruso ni la crisis energética es consecuencia exclusiva de la política europea con relación al gas. En el primer caso, porque ya la inflación estaba en el 7,4% cuando se produjo la injustificable invasión de Ucrania. En segundo lugar, habida cuenta de que la normativa europea según la cual el gas tiene que marcar el precio de la electricidad no es de obligado cumplimiento sino que se enmarca dentro de las denominadas «decisiones de exclusión voluntaria», pues cualquier Estado miembro puede, de acuerdo con sus intereses nacionales, decidir si se queda al margen de determinadas directivas por razones de política interna. Dinamarca, Irlanda y Polonia ejercen actualmente este tipo de opciones de exclusión voluntaria (el Reino Unido tenía hasta un total de cuatro). España perfectamente podría haber decidido lo mismo tanto con relación al hecho de que el gas fije el precio de la luz, como a la recomendación de prescindir de un plumazo de las centrales térmicas en aras a la transición ecológica.

Este último asunto tiene calado porque fue España de los primeros países que decidió eliminar el carbón, incluso como base de reserva estratégica. Otros como Alemania no lo hicieron así y mantienen en stand-by su generación térmica, de modo que ahora pueden hacer uso de ella para abordar mejor la crisis del mercado eléctrico. Aquí la decisión fue drástica: dinamitamos literalmente siete centrales de carbón, resultando ahora absolutamente imposible ponerlas en marcha como solución de emergencia. Con la excepción de Algeciras y As Pontes, instalaciones reanimadas que esperan recibir mediante buques carboneros más de 300.000 toneladas de negro combustible, ecológicamente ruin pero eficaces para equilibrar el precio actual de la energía. Hay otras dos más pequeñas en Asturias (Aboño y Soto de la Ribera), que está previsto cerrar este mismo año, decisión que se supone será revisada.

El carbón no es ecológicamente sostenible, pues tiene un efecto directo en la emisión de gases de efecto invernadero. Está claro que no es la solución, pero en una crisis como la actual, puede ayudar y mucho a controlar la escalada de precios.