Opinión
Petardas oficiales
Estoy entusiasmada con una noticia que me llega del Reino Unido. Una española de la que estar orgullosa, una feminista de verdad, pasa a formar parte de The Honourable Society of the Middle Temple, una de las cuatro agrupaciones profesionales dentro del derecho anglosajón del Common Law a las cuales deben pertenecer los abogados de Inglaterra y Gales para ejercer su profesión como barristers, uno de los dos tipos de abogados de nivel superior que existen en Inglaterra. Ella es española pero lucirá su peluca blanca con todo merecimiento y será un orgullo para el género femenino, que hoy anda un poco desprestigiado por el muestrario que tenemos en el gobierno, que da ganas de vomitar. Se llama Almudena Bernabeu y lucha eficazmente contra el feminicidio en el mundo. Ha llevado ante los tribunales a dictadores y se ha ocupado del caso Ellacuría, aquel jesuita –amigo de Manu Leguineche, por cierto-, asesinado en El Salvador hace tantos años, de quien en breve saldrá una película acerca de su persona y sus compañeros religiosos que perdieron la vida en sus misiones. Entre otros muchos casos que lleva se ha admitido a trámite su querella, la de Almudena, contra el régimen sirio y sueña con abolir problemas como el feminicidio –ella no habla de violencia de género-, o la ablación genital femenina. Ante este planteamiento que hago con una mujer de categoría humana y profesional demostradas, ¿dónde se quedan las petardas Montero –ambas dos-, las Calvo, las Belarras y compañía? Vergüenza de género es lo que sentimos muchas al mismo tiempo que orgullo de ser mujer con ejemplos como Bernabeu. Que los clementes dioses la bendigan por sacarnos del merdero creado por la basura gobernante.
Se ha ido otro ejemplo de orgullo femenino, Madeleine Albraight, la primera mujer secretaria de Estado que, tanto en la ONU como en la Casa Blanca, impulsó un “multilateralismo asertivo”. Dicho en otras palabras, puso en marcha el afrontar desafíos mundiales de una forma efectiva y empática; eficaz y firme; clara y correcta. Una mujer que hizo frente a conflictos importantes y enconados, como la guerra de Yugoslavia, el bloqueo de Sadam Hussein o la intervención de la OTAN en Kosovo para frenar la guerra de los Balcanes. ¡Cómo sería hoy de útil para salvar a Ucrania de la masacre del demoníaco Putin, que ya empieza a preparar armas químicas para cargarse cruel y despiadadamente a la población civil! Igualita a, por ejemplo, Yolanda Díaz. Y, sin salirnos de EEUU, a la ineficaz Kamala Harris, el mayor bluff de la década. Tanto como el actual jefe de la diplomacia americana, Antony Blinken, y como el jefe de todos ellos Joe Biden. El maestro Vargas Llosa no descarta un golpe de Estado que derribe a Putin, que sería el desenlace de esta invasión que ganaría la valerosa Ucrania. Ojalá pudiera ser. Pero también aseveró con tanta amargura como pesimismo que si se desenfundan las armas atómicas, podría ser el fin del mundo. Más vale ni pensarlo.
Por lo demás, y para desengrasar, comentar las faltas de ortografía de la misiva a Marruecos firmada por Sánchez. Es lo que tiene exhibir títulos falsos. Mi hermana dejó a un novio por tener faltas de ortografía en sus cartas de amor. Ella, muy culta, siempre consideró que eso es casi peor que la halitosis, y yo siempre la seguí en sus principios porque es la mayor.
CODA. Isabel Pantoja vuelve a sentarse en el banquillo. Ya está bien de acciones ejemplarizantes en las carnes de los famosos. Mi amiga Lola Flores pasó por ello por una cuestión con Hacienda, capitaneada entonces por Carlos Solchaga, si no me equivoco. Se cebaron en la artista sometiéndola a un verdadero escarnio público. Pocos miran dentro de sus propias basuras, que tapan con vendajes opacos por aquí y por allá. ¡Qué lástima!
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