Guerra en Ucrania

Desear mejor

Las terribles imágenes que nos llegan ahora de Mariúpol y Bucha se transforman en una sacudida de realidad, una más

Con la Gran Recesión y sus despiadadas consecuencias se activaron ciertos mecanismos de desapego evidentes. Se extendió una corriente austera y espartana que defendía las bonanzas de despojarse de lo material, de reducir lo que se poseía y de aspirar a la realización a través de la sobriedad. Surgieron distintas versiones de esa renovada forma de estar en el mundo, desde las más frívolas y domésticas, al estilo Marie Kondo, hasta las más profundas y filosóficas, como la que el periodista de «The New Yorker» Kyle Chayka plasmó en su libro «Desear menos. Vivir con el minimalismo». Entre ambas, una amplia gama de fórmulas frugales y contenidas que pretendían erigirse en contrapunto a los excesos y que coincidían en la necesidad de limitar derroches, consumos y sobrecargas de estímulos, que nos inducen a girar en una alocada rueda siempre en busca de más. Aquel intento de retorno a una especie de estoicismo contemporáneo, nació vinculado a una crisis económica, pero respondía, en realidad, a otra, una existencial, más profunda, de vuelta a la esencia que, al final, no logró cuajar. Ni siquiera la pandemia y sus estragos aminoraron la vorágine vital ni los despilfarros de expectativas. Las terribles imágenes que nos llegan ahora de Mariúpol y Bucha, que conectan con horrores y vergüenzas previas y universales (Srebrenica, Grozni, Alepo), se transforman en una sacudida de realidad, una más, no como recurrente y ajada demagogia sino como evidencia de la dimensión de los valores a proteger. Y Zelenski, inmerso en su particular gira del espanto internacional, va marcando en cada país, en cada parlamento, las cicatrices propias, como si fueran los puntos de uno de esos pasatiempos que, al unirse, terminan por componer un conjunto, una imagen completa. La única que será capaz de empujarnos a eliminar superficialidades y permitirnos reconocer los principios ineludibles en un mundo tan saturado de trivialidades y distracciones: el secreto para superarlas, quizá, no sea desear menos, sino desear mejor.