Pedro Sánchez

Sánchez NO es el Estado

Luis XIV es el monarca al que se atribuye la expresión «L’Etat c’est moi» («el Estado soy yo»), como definición magistral de la Monarquía absoluta, propia del denominado «Antiguo Régimen», por contraposición al «nuevo»; es decir, al resultante de la Revolución francesa. El «Rey Sol» –como ha pasado a la Historia– bien podía hacer esa afirmación, ya que encarnaba ciertamente la totalidad del poder político del momento, cuando todavía no habían entrado en vigor el espíritu de las leyes y la división de poderes del ilustrado Montesquieu.

La monarquía liberal o parlamentaria es la que caracteriza a las democracias coronadas en la actualidad, en las que «el rey reina, pero no gobierna». Así sucede en la UE, donde diversos países además de España, tienen como forma de Estado a monarquías de estas características, que gozan de indudable arraigo popular. Es el caso del Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo… cuyos jefes de Estado no osarían emular al Rey Sol con una proclama absolutista. Mucho menos podría esperarse de los primeros ministros o presidentes de sus respectivos Gobiernos, pero ahí es donde aparece España con Sánchez como una excepción.

Resultan preocupantes las pulsiones absolutistas de Pedro Sánchez precisamente en una cuestión considerada «de Estado» como la política exterior; presidente que, por cierto, es el que ha tenido menor respaldo parlamentario de nuestra democracia, con 84 diputados al acceder al Gobierno vía moción de censura y con 120 actualmente. Es de una particular gravedad constitucional que se reuniera con el Rey de Marruecos al margen del propio Gobierno y del Congreso, que ayer mismo desautorizó su personal decisión en una votación en la que Sánchez se quedo sólo, incluso frente a sus propios socios y promotores de la iniciativa. ¿A quién representa Sánchez en esa actuación?

Al margen del fondo de la cuestión –la política sobre el Sáhara, asunto prioritario para una adecuada relación bilateral con Marruecos–, la forma utilizada no cabe en nuestra Constitución. Su proceder en una cuestión tan sensible para nuestra integridad territorial –Ceuta, Melilla, Islas Chafarinas, Vélez de la Gomera, Alhucemas, aguas territoriales, ¿Perejil?– como la referida, con público desaire a la posición expresada por la sede de la soberanía nacional y de una parte de su propio Gobierno, es la propia de una autocracia como la del Rey Sol. La diferencia ya indicada es que él no es Luis XIV. El Estado español no es Sánchez. Ni el jefe del Estado, ni el Rey.