Pedro Sánchez

En camino hacia la normalidad

Hacer normal en la política lo que es normal a nivel de calle». Esta frase fue el titular eje de la campaña de Adolfo Suárez en las elecciones generales del 15 de junio de 1977, que devinieron en constituyentes pese a no haber sido convocadas como tales. Con esa frase se definía un objetivo político que todo el mundo entendió sin necesidad de más explicaciones, y que votó mayoritariamente.

Hoy empezamos a recuperar gran parte de la normalidad perdida hace dos años con ocasión de la pandemia, que durante 700 días demasiado largos nos obligó a vivir anormalmente, amordazados y guardando distancia de seguridad, entre otras medidas A partir de hoy, esas disposiciones dejan de ser obligatorias en exteriores e interiores, salvo excepciones contadas.

También en la política española actual se ha producido una cierta normalidad en la línea de aquella afirmación de Suárez, al haberse formalizado la toma de posesión del primer presidente de un Gobierno de coalición con Vox en Castilla y León, haciendo normal en las instituciones lo que han querido y votado los ciudadanos castellanoleoneses en las urnas.

La demonización de ese Gobierno antes de empezar a andar refleja la anormalidad que significa el intento de excluir de las instituciones a aquellos que apoyan una gran parte de los ciudadanos, por no gustarle sus ideas al «bloque de la moción de censura» que aupó a Sánchez a la presidencia con tan solo 84 diputados. Como su nombre indica, los cordones sanitarios son propios de epidemias y pandemias, pero no para excluir del tablero político a formaciones políticas constitucionales. Puestos a establecer cordones sanitarios a partidos políticos, el bloque sanchista tendría dónde elegir, con una oferta abundante: tiene partidos con estrechos vínculos con una banda terrorista que ha regado de sangre y destrucción las calles de España durante más de cuarenta años, por ejemplo. También tiene partidos comunistas, ideología condenada por el Parlamento Europeo homologándola nada menos que al nazismo. Y para que no falte de nada en esa oferta pública, también tiene partidos que han sido condenados por dar un golpe contra la Constitución.

Así que puestos a demonizar pactos y promover cordones sanitarios, está más que demostrada la toxicidad de ese bloque ideológico. Aunque no debería extrañarnos que sean tan partidarios de querer excluir a quienes no se someten a sus dictados, pues la Historia reconoce a sus integrantes como a los del Frente Popular de infausta memoria. Si por ellos fuera, ya habrían impuesto una «ley de defensa de la democracia». Como hicieron con la Segunda República.