Opinión

Feijóo, hacia la socialdemocracia

El nuevo dirigente del PP ha visto perfectamente la jugada. Las elecciones se ganan por el centro y desde ahí ha puesto a trabajar a los populares de inmediato, con una eficacia que llama la atención y preocupa en el PSOE. Ni un gesto histrionico, ni un deje extremado, nada de triunfalismo. Alberto Núñez Feijóo tiene muy practicado el método de hacer frente a la izquierda en Galicia y lo trae a Madrid. Quizá sorprende la rapidez con que ha puesto a trabajar a los suyos y la capacidad para involucrarlos a todos. En el plan económico que ha presentado ayer en Moncloa han trabajado ex ministros y ex secretarios de Estado durante dos semanas intensas, con especial implicación del vicesecretario de economía del partido, Juan Bravo. Veinticinco personas muy cualificadas han certificado la viabilidad de un proyecto que responde a la preocupación y la asfixia de la clase media española. La iniciativa se lo pone difícil a Pedro Sánchez, que puede torcer el morrito, tomarse su tiempo para desviar la atención o descalificar al contrario, pero que queda tocado en el flanco que más importa a la gente, el bolsillo, y donde su partido está perdiendo la batalla frente a la inflación y la cabalgada tremenda de los precios en el supermercado.

La protesta de la portavoz del Senado, Eva Granados, argumentando que bajar los impuestos supone perjudicar el estado del bienestar y las inversiones públicas, sencillamente no se sostiene porque la principal fuente del dinero que Feijóo pide repartir para activar la economía son los fondos de la Unión Europea, de los que a estas horas sigue sin haber rastro que se perciba en la calle. Precisamente el punto interesante de la propuesta del Partido Popular es que se propone bajar los impuestos y dar ayudas a los más necesitados sin recorte público alguno. Usando el 7 por 100 de las ayudas comunitarias (4.900 millones de euros) como paquete fiscal para las rebajas impositivas. La realidad es que, desde la Comisión Europea, autorizan este tipo de movimientos, que ya se han hecho en otros países. Los planes de recuperación pueden pagar reducciones fiscales si se ajustan a los objetivos y criterios de los mismos.

Los principales beneficiados serían precisamente las rentas más bajas. Se propone una reducción, al menos temporal, a los contribuyentes con menos de 40.000 euros de ingresos y una ayuda directa de 200 ó 300 euros a las personas en riesgo de marginalidad, que perciben menos de 17.000 euros al año. También beneficiar a las pymes, tan cruciales en España, en los impuestos de sociedades y una reducción del IVA del gas y de la luz al 5 por 100, cifra que permite Europa.

¿Qué puede argumentar un Partido Socialista a esta propuesta de impulsar nada más y nada menos que al 80 por 100 de los contribuyentes, un total de 17 millones de ciudadanos? Los asesores del PSOE, esos cuyo nombre desconocemos, van a tener que ponerse a trabajar. Ignoramos si aceptarán colaborar con la oposición o tendrán la humildad (y humanidad) de poner en marcha alguna de las propuestas pero, en caso contrario, quedan retratados ante la opinión.

Está surgiendo un nuevo-viejo PP, que no se enreda en los señuelos trampa del Gobierno (Vox, la inmigración, los debates territoriales o nacionalistas) y que señala un horizonte de mejora e ilusión. También es dato positivo que Aberto Nuñez Feijoo no se aísle en su torre de cristal y haya convocado esta semana a barones y representantes territoriales para contarles pormenorizadamente el plan en marcha. El miércoles expuso las líneas maestras a los miembros del Comité Ejecutivo. Para todos ellos es una ilusión regresar a casa con ofertas concretas para mejorar la vida, no sólo de sus votantes sino también de sectores de izquierdas desencantados o electores de Abascal que han sufrido la marginalidad económica y social. Centrarse para ganar votantes. Centrarse en la tradición de la democracia cristiana o, si se quiere, la socialdemocracia.