Francia

Emmanuel I Macron de Francia

«A estas alturas resulta evidente que una parte del pueblo francés está muy descontenta»

El resultado ha sido según lo previsto. Emmanuel Macron se convierte en rey sin corona de Francia, algo muy grato para los franceses. La otra cara de la moneda ha sido la derrota de Marine Le Pen, aunque logra casi 8 puntos más que en 2017. Nuestro país vecino es una gran democracia, pero les gustan los liderazgos fuertes. A pesar de las críticas, Luis XIV, Napoleón o De Gaulle son figuras que concitan una enorme adhesión popular. Los dos primeros no eran, precisamente, unos demócratas, pero reflejan muy bien la grandeur, que es algo fundamental en un país profundamente conservador y apegado a sus tradiciones, incluso cuando vota a la izquierda. La V República surgió, precisamente, de la necesidad de establecer una presidencia que estuviera dotada de enormes poderes. Hay que reconocer que no le fue mal y consiguió superar, entre otras, la grave crisis de Argelia. El concepto del bonapartismo, es igual el término que utilicemos, es muy grato para el pueblo galo. Al igual que España, ha sido un gran imperio. No importa, porque tiene la firme voluntad de seguir jugando un papel importante en la política internacional sin que su economía, población y capacidad militar le acompañe.

Macron es un símbolo de la decadencia francesa, como sucede en nuestro caso con la crisis institucional que sufrimos y la fragmentación parlamentaria. Francia tuvo el acierto de elegir un sistema presidencialista y un centralismo territorial que ha garantizado la cohesión. El fenómeno migratorio, el elitismo de las clases dirigentes y la corrupción han sido problemas muy graves que ponen en cuestión la V República. El esquema de partidos tradicionales ha saltado por los aires y el reelegido presidente es un populista y bonapartista de manual. Un político brillante, con una sólida formación y una ideología difusa que le permite emerger como el baluarte frente a Le Pen. Este papel de salvador es coherente con su fascinante personalidad mesiánica, pero abre muchos interrogantes sobre qué sucederá cuando finalice el último mandato que comienza tras esta victoria. Es muy importante comprobar que sucede en las legislativas, porque a estas alturas resulta evidente que una parte del pueblo francés está muy descontenta y le gustaría que la perdedora fuera la presidenta. No tienen ningún miedo a la Agrupación Nacional.