Casa Real

El pasado siempre vuelve

Sánchez se va a Kiev tratando de huir de lo que se le acerca a paso de zancada

En estos días se cumplen treinta años desde que se inaugurara la Expo92, aquel acontecimiento que puso a Sevilla en el mundo, al que dieron lustre los Reyes de España con sus hijos Felipe, Elena y Cristina. Eran años en que la institución monárquica vivía el esplendor del respeto, el cariño de todos y era protagonista permanente de todo acontecimiento político, social y hasta humano en la vida del país. Hoy ya nada es igual y, por desgracia, en este caso, el pasado, pasado está y no sabemos hasta qué punto es recuperable. Todos sienten nostalgia de quienes lo protagonizaban y, en ese sentido, lo hemos podido palpar en dos fotos, en dos momentos muy significativos en esta semana que termina. Por un lado las imágenes del Rey Felipe VI, Letizia y las hijas visitando un centro de acogida a refugiados ucranianos cerca de Madrid. Por el otro, el Rey Juan Carlos rodeado de las Infantas Elena y Cristina y todos sus nietos (menos el díscolo Froilán), una foto celebrada y comentada que opacó por completo la otra puesta en escena de Pozuelo, muy bien preparada y calculada minuciosamente, que sustituyó a la ya habitual asistencia a la Misa de Pascua en Palma de Mallorca, que este año expiró el acervo de tantos y tantos años. ¡Qué lástima!, porque si desaparecen las tradiciones aparecen las añoranzas, las comparaciones y las decepciones. Y así, mal vamos.

Pero comencemos a exprimir nuestro encabezado. Aquella exposición universal dio para mucho, y para muchas pillerías. No sé si se acuerdan de Jacinto Pellón, nombrado consejero delegado de la Sociedad Estatal Expo92, que se lo llevó crudito y hasta llegaron a inventarle “los pellones, llamando así a las presuntas comisiones que supuestamente exigía para otorgar o no obras en la inmensa superficie de terreno que Sevilla dispuso para esta feria impresionante”, o sea, lo que hoy serían “los piqués” o “los rubiales”, tan comentados en estos días. El pasado siempre vuelve, ¡ay!, y no precisamente para bien.

Felipe González no atravesaba su mejor momento político, ya que los catalanes lo plantaron como hoy está sucediendo con Aragonés, que amenaza a Sánchez también con abandonarlo por el presunto espionaje, mientras el podemismo promueve junto a los indepes una investigación en el Congreso. De hecho casi cae Felipe al año siguiente en las elecciones de 1993, que ganó por unos escasos trescientos mil votos, luego de una campaña electoral a cara de perro, y no lo digo gratuitamente ya que desplegaron la imagen del doberman para amedrentar al electorado ante una situación en la que el PP tenía prácticamente ganados los comicios. Pero no, hubo que esperar al 96 para que esto se produjera. “Muchas personas pasan la vida huyendo de algo de su pasado, algo que les preocupa, una situación de la que se avergüenzan, o simplemente, una relación que recuerdan con rencor y resentimiento. El rencor se alimenta cada día, supone esfuerzo, es como regar una planta para que crezca”. Y Sánchez se va a Kiev tratando de huir de lo que se le acerca a paso de zancada diciendo que hay dos opciones: la de derecha/ultraderecha o la de centro/izquierda. Quiere vender que él es el centro en una entrevista con Susana Griso donde la que brillo ella porque él, a pesar de su puesta en escena tan cuidada como amanerada, no hizo más que causar sensaciones estomagantes.

CODA. A veces tenemos sensaciones confusas en la cabeza de quien vive o quien ya no vive. Para mí tenía que Chomsky, de quien fui feroz seguidora en mis años de adolescente rebelde, se había muerto, pero no, sigue en pie y brillante a sus 93 añitos. Ahora ha salido diciendo que “durante 30 años se ha advertido a EEUU, alto y claro, de que Putin estaba siguiendo un curso peligroso”. Nada que ver con los “intelectuales” que protagonizaron la comida en Palacio con motivo del Cervantes. Una vergüenza.