Iñaki Zaragüeta

Si no, ¿para qué está el CNI?

Los españoles deberíamos preocuparnos si el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no espiase a quienes pueden perjudicar al Estado. Así piensan no solo mi amigo Rogelio sino la mayoría de los ciudadanos. Si no, ¿para qué está? De ahí que muy pocos entiendan las concesiones de Pedro Sánchez a los separatistas catalanes y mucho menos a los filoetarras de Bildu, precisamente los partidos cuyas cúpulas más sospechosas resultan a juzgar por sus actuaciones contra la unidad territorial de nuestra nación.

La única limitación del CNI es la legalidad. Para ello están designados dos magistrados del Tribunal Supremo como encargados del control judicial de ese organismo. Como la vida es como es y el espionaje tiene sus exigencies, si se descubre alguna ilegalidad, la dimisión del o de los responsables debería cerrar el problema. No hace falta meter al cánido en el corral.

Dicho esto, no sorprende que desde la OTAN se esté pidiendo aclaración, como publicaba ayer LA RAZÓN, sobre las consecuencias de la incorporación a la comisión de secretos oficiales de los independenstistas catalanes, con presuntas vinculaciones con Rusia, país enfrentado a la OTAN.

Tras el affaire de los independentistas, el Gobierno nos desayunó ayer con que los móviles del presidente Pedro Sánchez y de la ministra Margarita Robles también fueron espiados a través del programa Pegasus. ¿Pero quién?, ¿el CNI?, ¿la CIA?, ¿el Mosad?, ¿Mohamed VI? Depende de quién haya sido, el asunto alcanza dimensiones y consecuencias muy diferentes. A no ser que la pretensión sea crear confusión para difuminar el escenario.

Vaya mundo que vivimos. Si el diario «Le Monde» ya publicó que Marruecos trató de intervenir un teléfono móvil del presidente francés, Emmanuel Macron, y unos presidentes más mediante Pegasus, Pedro Sánchez no podía ser menos. ¿Qué no harán con nosotros? Faltaría más. Así es la vida.